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Juan Echevarría

Investigador científico del Laboratorio de Referencia e Investigación en Enfermedades Víricas Inmunoprevenibles del Centro Nacional de Microbiología-Instituto de Salud Carlos III

A los seres humanos, como a cualquier otro ser vivo, nos corresponde un catálogo de virus propios que nos infectan, causándonos, o no, enfermedad, y que nos han ido siendo transmitidos por otras especies en algún momento del pasado. En las últimas décadas hemos asistido a la pandemia del sida, producida por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), que nos contagiaron el chimpancé y el gorila, o a la pandemia de la covid-19 cuyo origen aún desconocemos. Además, hemos asistido a otros brotes de enfermedades emergentes que hemos podido controlar y no han derivado en pandemias, tales como el SARS, el MERS y la enfermedad por virus Ebola y Marburg.

El primer paso para que se pueda producir la infección de una célula por un virus es la interacción entre una región de una proteína del virus que denominamos "dominio de unión a receptor" y otra de la superficie de la célula que denominamos "receptor". Esta unión es muy específica y a menudo se acude al símil de la llave y la cerradura para explicarlo de manera llana. Dicha especificidad es responsable, en gran medida, de que cada virus solo pueda infectar a una especie o un catálogo reducido de ellas. En contadas ocasiones esta barrera biológica puede ser vencida y se produce lo que conocemos como un “salto de especie”, ampliándose en un elemento el catálogo de virus de la especie receptora.

El SARS-CoV-2, virus causante de la covid-19, entra en las células a través de un receptor denominado ACE2 que está muy extendido entre los animales, aunque su secuencia y estructura varía entre especies. Esto restringe la capacidad de infectar de SARS-CoV-2 a tan solo unas pocas especies y, de manera muy particular, a la humana. Aunque desconocemos la especie animal que nos transmitió el SARS-CoV-2, sabemos que los murciélagos albergan una gran variedad de virus relacionados que, junto con SARS-Cov-1, SARS-CoV-2 y unos pocos virus de otros mamíferos, como el pangolín, forman el grupo de los sarbecovirus, dentro de la familia de los coronavirus. Se cree que estos sarbecovirus de murciélago pueden ser los ancestros de SARS-Cov-1 y 2, aunque el proceso evolutivo que derivó en ellos nos sea desconocido.

Conviene insistir en que ni SARS-CoV-1, ni SARS-CoV-2, ni ningún otro coronavirus capaz de infectarnos ha sido nunca detectado en murciélagos. Por otra parte, los sarbecovirus (todos los coronavirus, en realidad), se caracterizan por poder intercambiar fragmentos genéticos con facilidad (recombinación), dando lugar a virus nuevos que combinan características de sus progenitores. Por ello, existe un temor hipotético a que pueda generarse un nuevo sarbecovirus pandémico a través de este mecanismo, que sea totalmente desconocido para nuestro sistema inmune, pero que nos pueda infectar, causando una epidemia.

Dada la diversidad y frecuencia de sarbecovirus en murciélagos, particularmente en murciélagos de herradura (Rhinolophus), desde hace unos años se está llevando a cabo una intensa búsqueda de sarbecovirus en esos animales. En este contexto, hace dos años, se describieron dos nuevos sarbecovirus en murciélagos de herradura de Rusia que eran bastante similares a otros de Bulgaria y Kenia y algo más alejados de los del este de Asia, incluidos SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2. En el presente trabajo los autores estudian la capacidad de interacción entre el dominio de unión a receptor de estos dos nuevos sarbecovirus y el receptor ACE2 humano. Al no haber sido capaces de cultivar el virus en células, recurren a la construcción de virus quiméricos (pseudovirus), haciendo expresar la espícula (o su dominio de unión a receptor) de estos dos nuevos sarbecovirus en un virus no relacionado capaz de crecer en cultivos celulares. Mediante este modelo experimental demuestran que el dominio de unión a receptor de estos dos virus es capaz de interaccionar con ACE2 humano. Asimismo, demuestran que estos virus quiméricos no son neutralizados por anticuerpos frente a SARS-CoV-2.

El artículo concluye resaltando la necesidad de obtener vacunas de amplio espectro frente a sarbecovirus que nos puedan proteger frente a cualquier sarbecovirus nuevo dependiente de ACE2 que pudiese emerger en el futuro por los mecanismos expuestos. Cabe destacar que no es el caso de estos dos virus, ni de ningún otro de los sarbecovirus no humanos conocidos hasta el momento, que no son capaces de infectar células humanas. Recordemos que la unión del virus al receptor de la superficie de las células solo es el primer paso para que se pueda producir la infección, que requiere de muchas otras interacciones adicionales que, ni estos dos nuevos virus, ni ningún otro sarbecovirus de murciélago conocido, son capaces de realizar, ya que carecen de los elementos necesarios para ello.

No ha lugar, pues, a afirmar que se han descubierto dos nuevos coronavirus de murciélago capaces de infectar células humanas. Trabajos científicos como éste nos ponen en el buen camino para prevenir futuras pandemias por virus de este grupo. Así, hay que evitar generar un temor tan innecesario como dañino.

ES