Cristina Linares
Científica titular del Instituto de Salud Carlos III
Julio Díaz
Profesor de investigación y codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III
Efectivamente, como bien comenta AEMET, se trata de un episodio de temperaturas anormalmente elevadas para esta época del año y, aunque se pronostica que será de una corta duración (hasta el fin de semana), en algunas zonas geográficas se prevé que se pueda superarse la temperatura umbral de definición de ola de calor desde el punto de vista de los riesgos en salud. Es decir, que pueden existir impactos para la salud importantes en los grupos de especial vulnerabilidad como son personas de edad avanzada, con enfermedades previas (cardiorrespiratorias, neurológicas, renales...), polimedicadas, personas dependientes, con bajos ingresos, embarazadas, población infantil o personas con actividad laboral intensa y al aire libre en las horas centrales del día. Al tratarse de la primera ola de calor del año, puede ocurrir que haya mayor número de personas susceptibles en las que pueda verse agravadas las enfermedades preexistentes.
Por otro lado, al originarse esta ola de calor principalmente por la entrada de una masa de aire de origen africano, es muy probable que también aumenten las concentraciones atmosféricas de este material particulado (PM10). Además, en estas situaciones, otros contaminantes como el NO2 (dióxido de nitrógeno) y el O3 (ozono) también podrían aumentar sus concentraciones en el aire, especialmente en las zonas urbanas, por lo que a los impactos en salud asociados a las altas temperaturas se añaden los derivados de la contaminación que, en algunos casos, pueden tener mayor efecto en la salud a corto plazo que los derivados de la propia anomalía térmica.