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Mariana F. Fernández Cabrera

Catedrática de la Universidad de Granada e investigadora del Ciber de Epidemiologia y Salud Pública (CIBERESP) y del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (ibs.GRANADA)

Un estudio relaciona la edad de la menarquia con la exposición de abuelos y padres a contaminantes ambientales-disruptores endocrinos, evidenciándose la transmisión entre generaciones de estos riesgos ambientales en la salud reproductiva 

En las últimas décadas se viene produciendo un adelanto global en la edad de la pubertad en las niñas (entre uno o dos años desde principios del siglo XX), al igual que en la edad de los hitos que la definen, momento de la telarquia (botón mamario) y de la menarquia (primer sangrado). Este adelanto puede tener implicaciones importantes en etapas posteriores de la vida, aumentando la probabilidad de problemas de salud mental, de enfermedades cardiometabólicas e incluso de cáncer. 

Aunque no hay una única razón detrás de este adelanto, el grupo de investigación de la doctora Barbara Cohn, del Instituto de Salud Pública de Berkeley en California, apunta que la exposición a sustancias químicas ambientales capaces de alterar el sistema endocrino (Endocrine Disrupting Chemicals, siglas en inglés) estaría detrás de una pubertad más temprana. 

Los investigadores utilizaron datos del “Estudio sobre la Salud y el Desarrollo Infantil”, una cohorte prospectiva de nacimiento de mujeres embarazadas, que comenzó en la década de 1960, a las que siguieron junto a sus hijas (247 niñas, nacidas en torno a 1963) y nietas (139 niñas, nacidas en torno a 1990). 

En las muestras de sangre recogidas de las tres generaciones, midieron la exposición a diferentes contaminantes ambientales. Concretamente, en 250 parejas (padres y madres) de la primera generación, en 247 hijas, segunda generación, y en 139 nietas, tercera generación. Los resultados mostraron que, si bien la edad de la menarquia se mantenía estable entre la primera y la segunda generación, se adelantaba un año completo en la tercera generación, y que este adelanto estaba asociado con ciertas sustancias químicas-disruptoras endocrinas presentes en la sangre tanto de las madres como de los padres. 

Esta investigación pone de relieve la importancia de reducir la exposición a sustancias químicas que alteran el sistema endocrino durante la concepción y embarazo, pero sobre todo el impacto duradero de estas exposiciones ambientales en la salud reproductiva a lo largo de las generaciones. 

El trabajo añade otro punto de interés hasta ahora no suficientemente abordado: la relevancia de las exposiciones paternas y no solo de la madre que concibe. Los investigadores observaron, por ejemplo, que la exposición a fenoxietanol, un conservante habitual en productos de higiene personal y también en alimentos, se relacionaba con una pubertad más precoz, cuando ambos padres habían estado expuestos, pero la influencia del padre era incluso mayor. 

Se trata, por tanto, de uno de los primeros estudios poblacionales que ponen de relieve el papel de las exposiciones del padre y del abuelo en el desarrollo reproductivo de sus hijas y de sus nietas, respaldando el papel de la herencia epigenética. 

ES