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Ignacio Melero

Catedrático de Inmunología de la Universidad de Navarra, investigador del CIMA y codirector del departamento de Inmunología e Inmunoterapia de la Clínica Universidad de Navarra

Se trata de un artículo de extraordinario interés e implicaciones muy amplias que llegan más allá de la inmunoterapia del cáncer. Los autores inventaron y disponen de un método para detectar especificidades de autoanticuerpos (anticuerpos que reaccionan con una proteína propia del organismo). Prácticamente todos los humanos tenemos algún tipo de autoanticuerpo sin que esto determine enfermedad autoinmune.  

Su metodología se enfoca solamente a proteínas que se encuentran fuera de las células y por tanto accesibles a anticuerpos. Disponen de una genoteca con 3.000 de estas proteínas extracelulares expresadas en la superficie de una colección de levaduras. Incubando muestras de suero humano y seleccionando las levaduras que se unen a anticuerpos presentes en el suero, se puede conocer la especificidad de tales autoanticuerpos. Utilizando muestras del suero de pacientes con cáncer tratados con inmunoterapia encuentran que determinados autoanticuerpos correlacionan con una mejor respuesta. Esto tiene importantes implicaciones porque sugiere que las proteínas frente a las que van dirigidas esos anticuerpos desempeñan un papel importante en el escape (resistencia) del tumor a la inmunoterapia.  

Es especialmente interesante el hallazgo de que el interferón de tipo-1, un mensajero importante en la alarma antiviral, parece operar en contra del paciente, de manera que, cuando hay autoanticuerpos frente a esta sustancia, sorprendentemente mejora el pronóstico.  

Hallazgos similares con otros mediadores como TL1A son también interesantes y apuntan a nuevas dianas terapéuticas utilizando adrede anticuerpos de laboratorio para bloquearlas. De hecho, en ratones trasplantados con tumores, el bloqueo de interferones de tipo-1 y de TL1A en combinación con las inmunoterapias que utilizamos en pacientes sugiere que esto en efecto pudiera ser así, aunque los resultados de eficacia con las combinaciones de tratamiento son relativamente modestos. 

A pesar de su novedad e interés levantando muchas liebres, el trabajo tiene limitaciones estadísticas para ser definitivamente concluyente, ya que la frecuencia con la que aparece cada uno de estos autoanticuerpos en pacientes es muy baja y haría falta un número muy alto de casos para tener poder estadístico suficiente. Tampoco podemos estar seguros de si son los autoanticuerpos los factores que determinan la mejor respuesta a la inmunoterapia. Las investigaciones en curso dirimirán estas incertidumbres. 

Los autoanticuerpos tienen sorprendentes implicaciones en enfermedad humana. Por ejemplo, los autoanticuerpos antibetaamiloide protegen en la enfermedad de alzhéimer, hay anticuerpos frente a receptores de ácido fólico en la madre que determinan la propensión a espina bífida en el nasciturus, o autoanticuerpos frente a proteínas del propio sistema inmunitario que determinan susceptibilidad a infecciones como la encefalitis por virus herpes simple o la tuberculosis, constituyendo un mecanismo de inmunodeficiencia. Un campo sin duda apasionante que ahora emparenta con la inmunología e inmunoterapia del cáncer.

ES