Un análisis de datos publicado en la revista General Psychiatry con más de 66.000 diagnósticos de disforia de género, la mayoría realizados en Estados Unidos, concluye que la prevalencia aumentó entre 2017 y 2021, y que la edad media disminuyó en ese mismo período de 31 a 26 años.
Miguel Ángel - aumento disforia
Miguel Ángel López Sáez
Profesor de Psicología
El estudio es una revisión de fuentes secundarias, es decir, de bases de datos de diferentes países, pero no especifica muy en detalle la recopilación que hace y los criterios de inclusión y exclusión.
Los análisis los establece según categorías que tampoco define en exceso, pero entiendo que los análisis que hace muestran cómo se puede acceder más tempranamente al tratamiento.
Lo más interesante del estudio es parte de sus conclusiones: dicen que "el fenómeno podría estar relacionado con el aumento de la accesibilidad a la atención". No coincido con lo que indican sobre un "contexto social favorable", viendo el incremento de los discursos de odio, y más en las poblaciones que han indicado. Es importante este matiz para evita cualquier confusión o hipótesis que hable sobre la noción de contagio social como hipótesis sobre génesis de las personas trans.
Edad disforia género - Guillamón
Antonio Guillamón Fernández
Catedrático emérito de Psicobiología
Los autores reconocen en las limitaciones que el estudio se puede prestar a confusión porque utilizan dos criterios, el de trastorno de la identidad de género (ICD-10; de la OMS; recientemente sustituido por incongruencia de género en el ICD-11) y el de disforia de género (DSM-5; DSM5-TR). El 80 % de la población que estudian es americana, donde se aplica el DSM-5, pero utilizan el ICD-10 para abracar a más países. Podrían haber adoptado otra estrategia, centrarse en la población americana con el DSM-5 y presentar los datos foráneos en material suplementario y realizando análisis conjuntos de las dos muestras.
Los datos son congruentes con los de investigaciones previas de los últimos diez años en las que se observan dos hechos: que es en la pubertad cuando aflora con más intensidad la disforia de género y, segundo, que el cociente: asignado-chico-al-nacer-que-tiene-consciencia-de-ser-chica/asignada-chica-al-nacer-que-tiene-consciencia-de-ser-chico se ha modificado en los últimos años a favor de las chicas que tienen consciencia de ser chicos.
Las limitaciones se refieren a la utilización de las clasificaciones diagnósticas y la utilización de terminología que no es intercambiable.
Las dos gráficas que presenta el trabajo sobre la prevalencia de la disforia de género y cómo año a año se presenta de forma más temprana son muy ilustrativas. Sin embargo, los autores proporcionan una explicación de los datos por vagas variables sociales. El concepto de identidad de género es un tema complejo que abarca variables genéticas, epigenéticas, hormonales, cerebrales y sociales. Es improbable que solo las variables sociales sean la causa. Habría que pensar mejor en una interacción de todas las variables. También hay que recordar que las personas transgénero, al igual que las cisgénero, no son inmunes a una psicopatología primaria.
Conflicto de interés: Antonio Guillamón es investigador principal del proyecto PID21-127547NB-C21 sobre el efecto de los bloqueadores de la pubertad sobre el cerebro de niñas y niños transgénero. También es autor del libro Identidad de Género. Una aproximación Psicobiológica.
Adrián - trans
Adrián Carrasco Munera
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Salud LGTBIQ+ de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria
El estudio muestra cómo la edad de atención sanitaria a las infancias trans ha ido decreciendo en los últimos años y cómo es más temprana la atención a personas asignadas mujer al nacimiento. Si bien es la conclusión a la que llegan, el estudio es claro con sus limitaciones, como el uso de distintas codificaciones diagnósticas (CIE-10 y DSM-V), que además en algún caso redundan en etiquetas diagnósticas ya descartadas como la "disforia de género".
Estos datos, pese a las limitaciones técnicas, pueden obedecer a dos realidades complementarias: el mayor respeto social a las identidades trans y la edad de inicio de la pubertad.
Este último caso, es congruente con el conocimiento previo que la pubertad en la personas asignadas mujer al nacer es previa a aquellas personas asignadas hombre. Esto hace que la aparición de caracteres sexuales secundarios sea a edades más tempranas y por ello la atención se demande igualmente antes.
Respecto a la mejora del respeto social hacia las personas trans, uno de los beneficios que contrae es el mejorar el acceso a atención específica para la población trans cuando la necesitan. En épocas anteriores, por el estigma, la discriminación y la vulnerabilidad, la expresión social de la identidad de género se retrasaba a edades más avanzadas, conllevando un abordaje con la pubertad ya iniciada y sin poder revertir cambios corporales. Además, al no poder acceder a la atención, conllevaba (y conlleva) un alto riesgo de afectación emocional y de suicidio, como muestran los estudios.
Por ello, no se debe crear alarma social en torno a estos datos, sino que se deben entender como una evolución lógica de la atención sanitaria respetuosa con las infancias trans.
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Sun C-F, Xie H, Metsutnan V, et al.
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