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Pilar Brufau

Investigadora y profesora titular en el Departamento de Ciencia y Tecnología de Materiales y Fluidos de la Universidad de Zaragoza

Las inundaciones son procesos naturales que deben ocurrir cada cierto tiempo para fertilizar la tierra, abastecer embalses, recargar acuíferos o mantener la flora y fauna del ecosistema natural de los ríos. Sin embargo, durante los últimos años, alrededor de todo el mundo se observan episodios de inundaciones extremas por acumulación de precipitaciones en un corto periodo de tiempo, por aumento de la frecuencia de estas o por un deshielo precipitado, que conllevan consecuencias catastróficas y cuya causa bien podría deberse en gran parte al cambio climático.    

Para poder establecer esta relación podemos reflexionar acerca de la temperatura de la atmósfera registrada durante las últimas décadas, observando que esta es cada vez mayor. Este aumento de la temperatura provoca, a su vez, el aumento de la temperatura del agua en mares y océanos, generando una mayor evaporación del agua, con la consecuente formación de nubes que en un momento dado precipitan de forma brusca e intensa en un corto periodo de tiempo. Estas lluvias son conducidas de forma natural por el terreno hacia las zonas más bajas en las que se encuentran los ríos que, en algunas ocasiones, no son capaces de transportar toda la cantidad de agua que reciben a través de su cauce, bien porque las llanuras de inundación han sido ocupadas por los humanos (granjas, edificaciones,...), bien porque la sección de paso de agua en el propio río ha disminuido debido a la acumulación de gravas o sedimentos en el fondo, etc. Por este motivo, se produce su desbordamiento, siendo los cambios en la cobertura del suelo, como la eliminación de la vegetación en algunas orillas, una de las causas que provoca que la situación empeore.   

Los modelos numéricos de predicción a medio plazo de temperatura en la atmósfera anuncian un aumento de la misma con valores desde 2,4 grados hasta 5,9 grados de aquí al año 2050 si las emisiones de efecto invernadero anuales siguen aumentando al ritmo actual. Por este motivo, es probable esperar que, si la temperatura del aire sigue aumentando, en el futuro cercano se produzcan más eventos de inundación extremos en las zonas ya afectadas por estos eventos en el pasado y también en nuevas zonas (llanuras de inundación o zonas costeras).   

Por supuesto, Europa, y España en particular, no están exentos de sufrir este tipo de eventos extremos, y por este motivo existen planes de gestión del riesgo de inundación, que incluyen como medidas de prevención la elaboración de mapas de riesgos en las zonas más expuestas. Además, actualmente se dispone de modelos numéricos de predicción del movimiento del agua en un evento de avenida robustos, rápidos y precisos, bien calibrados, que permiten determinar en muy poco tiempo la extensión de la lámina de inundación, el tiempo de llegada del pico de la misma y la altura máxima que alcanzará el agua en determinados puntos de control. Estas herramientas, como la desarrollada por el Grupo de Hidráulica Computacional de la Universidad de Zaragoza, se encuentran actualmente a disposición de las administraciones públicas (la Confederación Hidrográfica del Ebro ya la ha puesto en práctica) y de empresas privadas que realizan estudios de inundación. Actualmente se está buscando financiación para que los propios ciudadanos, de una forma sencilla, puedan usar estas mismas herramientas y así conozcan mejor el riesgo, sus consecuencias y la forma de minimizar los daños. Otras posibles medidas para mitigar estos eventos de avenida extremos, de una manera más estructural, podrían ser: reducir las emisiones de gases invernadero para intentar controlar el aumento de la temperatura de la atmósfera o mejorar la cobertura del suelo en cotas bajas usando la reforestación y restauración de la tierra.  

ES