En nuestros días, afrontamos una realidad climática marcada por la sequía y la escasez de agua. Sin embargo, es vital entender la diferencia entre ambos conceptos para abordar adecuadamente el desafío que se cierne sobre nosotros. La sequía es un fenómeno natural que se da de forma periódica en el clima mediterráneo, exacerbado ahora por el cambio climático. Por otro lado, la escasez de agua se debe a la extracción de los recursos por encima de la disponibilidad de las cuencas hidrológicas.
En tiempos de sequía meteorológica recurrente o prolongada, como en la situación crítica que estamos viviendo, nos centramos demasiado en la sequía o en el clima como causa del problema del agua, mientras que falta debate sobre el verdadero problema: la demanda crónica de agua que tiene nuestro modelo de desarrollo insostenible.
La falta de agua es un desafío que no podemos ignorar, ya que un futuro sin agua no permite la vida y lleva a conflictos graves entre usuarios en el territorio. Por ello, los gobiernos piensan en estrategias mayoritariamente dirigidas a satisfacer la demanda actual y a plantear un incremento de recursos para atender nuevas demandas: por ejemplo, usar la tecnología disponible para producir el agua que no tenemos, con la reutilización y la desalación.
Son soluciones tecnológicas útiles a corto plazo para enfrentar sequías puntuales y proveer flexibilidad a los sistemas de abastecimiento, pero que no se pueden considerar como soluciones a esta sed crónica por su coste económico, energético y ambiental, y, sobre todo, por transmitir un mensaje equivocado: que la tecnología nos libera de tener que respetar las limitaciones del sistema natural.
Debemos adoptar una visión más amplia que vaya más allá de atender solo a la sequía puntual y que reflexione sobre el uso y abuso que hacemos de un recurso cada vez más escaso
Para encontrar soluciones reales y a largo plazo, debemos adoptar una visión más amplia que vaya más allá de atender solo a la sequía puntual y que reflexione sobre el uso y abuso que hacemos de un recurso cada vez más escaso. Hay que estudiar cómo podríamos reducir la demanda de agua total.
Las soluciones basadas en la naturaleza
Nuestra sociedad ha seguido un camino de crecimiento ininterrumpido, generando una demanda de agua que sobrepasa la capacidad de los sistemas naturales para abastecernos. El agua ha sido nuestro motor de crecimiento pensando, una vez más, que no había límites. Hemos apostado por un modelo de desarrollo que necesita crecer continuamente para funcionar, como una bici que se detiene cuando dejas de pedalear.
Sostener un crecimiento ilimitado implica una demanda de agua también infinita, lo que nos lleva a extraer más agua de la que los sistemas naturales pueden soportar. ¿Cómo hacemos frente, pues, a un futuro con más sequías en este contexto?
Para superar esta sed crónica y construir un futuro habitable, debemos centrarnos en las soluciones basadas en la naturaleza y la reducción de la demanda total. Tan simple y tan difícil como poner la naturaleza en el centro de la vida, proteger las fuentes naturales de agua (ríos, humedales y acuíferos), restaurar estos sistemas hidrológicos, revertir su sobreexplotación y descontaminarlos. Estas sí son estrategias a largo plazo que nos abastecerán de agua de manera sostenible, permitiendo la vida y el desarrollo de las comunidades.
Espacios de diálogo ante un nuevo modelo
La gestión del agua requiere también cambios estructurales en nuestro modelo agrícola, urbanístico, turístico e industrial, para reducir nuestra vulnerabilidad a la escasez de agua. Es necesario replantear los modelos de consumo del agua involucrando a todos los actores de la sociedad y las administraciones competentes. El objetivo final será el de calibrar hasta dónde puede llegar el desarrollo económico y urbanístico en base al agua que tenemos disponible y sin afectar al funcionamiento del ciclo hídrico.
El objetivo es calibrar hasta dónde puede llegar el desarrollo económico y urbanístico en base al agua que tenemos disponible y sin afectar al funcionamiento del ciclo hídrico
Para que esto sea posible hay que fomentar el diálogo y la corresponsabilidad entre todos, generar espacios de gobernanza, mesas de trabajo sobre el agua, comunidades de usuarios u otras formas de gobernanza donde se unan los conocimientos científicos, el saber de los sectores productivos y la experiencia de la población local. Juntos, se pueden dibujar soluciones adaptadas a cada sistema hidro-social, que nos permitan superar este desafío de una forma justa y acorde con los nuevos escenarios climáticos.
Un futuro realmente adaptado al cambio climático abordará la sequía de manera holística, priorizando la restauración de nuestros sistemas hídricos y cuestionando el modelo de desarrollo que hemos seguido hasta ahora. Solo si lo hacemos así, podremos construir una sociedad consciente de su responsabilidad para mantener los equilibrios naturales que sostienen la vida.