Ernesto Rodríguez Camino
Meteorólogo Superior del Estado y presidente de la Asociación Meteorológica Española
La evaluación precisa de las emisiones antropogénicas de dióxido de carbono (CO2) y su redistribución entre la atmósfera, los océanos y la biosfera terrestre es fundamental para comprender mejor el ciclo global del carbono en un clima cambiante, apoyar el desarrollo de políticas climáticas y estimar el cambio climático futuro. Los datos proporcionados en este trabajo muestran que las emisiones de CO2 procedentes de combustibles fósiles siguen aumentando globalmente, aunque estén descendiendo en algunas regiones, tales como Europa y EE. UU., lo cual demuestra que la acción climática para recortar el uso de combustibles fósiles no está teniendo lugar a la velocidad requerida para limitar el cambio climático a los niveles establecidos en el Acuerdo de París.
La concentración de CO2 en la atmósfera, que es posiblemente la parte del balance mejor determinada por mediciones directas, sigue aumentando hasta alcanzar en 2023 las 419,3 partes por millón, lo que representa el 51 % sobre los niveles preindustriales. Del total de emisiones de CO2, aproximadamente la mitad permanecen en la atmósfera aumentando su concentración, mientras que la otra mitad son absorbidas por los sumideros oceánicos y terrestres. En definitiva, la observación de la concentración de CO2 atmosférico nos proporciona un dato muy exacto de la marcha de la acción climática referida a la reducción de emisiones de CO2, y este dato sigue siendo muy negativo.
También son muy negativos los datos de las emisiones procedentes de los incendios forestales que en 2023 han tenido una magnitud excepcionalmente alarmante sobre todo en Canadá y lo escaso del impacto que ha tenido hasta ahora de las técnicas de eliminación de dióxido de carbono (excluidas las soluciones naturales tales como la reforestación).
Los datos mostrados indican que, globalmente hablando, no vamos en absoluto por la senda adecuada para llegar a las emisiones netas cero, tal y como se precisa para no sobrepasar los límites de calentamiento prescritos en el Acuerdo de París, si bien hay algún destello positivo de esperanza porque las emisiones globales (incluidas las de combustibles fósiles y las de cambio de uso de la superficie terrestre) muestran signos de alcanzar una meseta, aunque todavía muy lejos de las drásticas reducciones que serían necesarias para cumplir con los objetivos de emisiones netas cero a mediados de siglo.