Como era de prever, la quinta y definitiva reunión del Comité Intergubernamental de Negociación de la ONU celebrada en Busán para elaborar un tratado mundial jurídicamente vinculante que frene la contaminación por plásticos ha finalizado sin lograr un acuerdo. Únicamente se ha puesto nueva fecha para nuevas reuniones en 2025, aplazando así un acuerdo para empezar a trabajar ya en la reducción de este grave problema de contaminación. Y mientras los países discuten cómo hacer frente a este problema, seguimos con una producción de plástico que ronda los 460 millones de toneladas anuales y que, si no hay un cambio de rumbo, alcanzará los 1.230 millones en 2060. Esto significa que los actuales problemas de contaminación van a seguir incrementándose y, además, de manera exponencial.  

Esta es la situación ansiada por el grupo de países productores de combustibles fósiles en el que se engloban los productores de plástico, que apuestan porque el acuerdo se centre únicamente en la gestión de los residuos, incluso a sabiendas de que actualmente solo se recicla un 5 % del total del plástico producido. Y a sabiendas también de que el plástico que no se recicla, o sea, la gran mayoría, acaba en vertederos, incinerado o contaminando nuestros ecosistemas acuáticos y terrestres.  

Está claro que el problema del plástico no debe abordarse desde una única perspectiva, sino que deben combinarse varias medidas conjuntas. Centrar la solución del problema únicamente fortaleciendo el reciclado sin establecer un tope en la producción no es una estrategia correcta. Es evidente que el límite de producción de plástico virgen debe ser sin duda la primera medida a tomar. Todos los países deberían estar de acuerdo en ello y lo que se debería decidir en estas reuniones es qué tope de producción se va a establecer.   

Lamentablemente, tendremos que seguir esperando a que los países productores de plástico acepten lo que la evidencia indica y esto parece que no va a suceder en un futuro cercano. 

ES