En cifras, este récord en la emisión de metano es importante porque este gas ha aumentado aproximadamente en un factor 2.5 desde los niveles preindustriales. Su concentración se estabilizó durante la primera mitad de la década de los 2000 y ha seguido creciendo desde entonces (unos 63 ppb en el periodo 2011-2019). En los tres últimos años su crecimiento se ha acelerado a pesar de la pandemia.

En cuanto a su impacto ambiental, es importante porque el aumento de metano genera aumentos en O3 troposférico, relevante para la contaminación y la salud, y en vapor de agua en la estratosfera, que también influye en el balance radiativo.

Las emisiones de metano contribuyen al calentamiento global. La contribución de metano en la atmósfera es menor que la del CO2, pero su efecto relativo por unidad es mayor (una tonelada de metano equivale a casi 30 de CO2 en su efecto radiativo). No tiene implicaciones inmediatas a corto plazo pero es relevante para la consecución de objetivos de cero emisiones netas a mediados de este siglo.

El aumento en los niveles de CH4 contribuye al calentamiento global y debe tenerse en cuenta en las estrategias de reducción de emisiones. No las facilita porque parte de las emisiones de metano son de origen natural, no antropogénico.

Las causas de esta aceleración reciente en las concentraciones obedecen indudablemente a un aumento en las emisiones. Los orígenes específicos de las mismas están en estudio. No obstante, contribuyen varios factores naturales y antropogénicos. Las temperaturas en el Ártico y la precipitación en los trópicos contribuyen a variaciones interanuales con emisiones de zonas con humedales en los que hay material en descomposición. Las causas más probable del crecimiento en la última década son la agricultura y la ganadería, que han registrado aumentos en emisiones en la última década, así como la producción de petróleo y gas natural, incluidas las pérdidas por fugas en tuberías en el transporte del mismo.

ES