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Jorge M. Lobo

Investigador en el departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

Todas las especies han de tener cierta variabilidad entre sus poblaciones y entre los individuos que las componen. Esa variabilidad, producto de la adaptación pasada y presente hacia distintos tipos de condiciones ambientales, es la que garantiza la supervivencia futura. Cuanta mayor sea la diversidad de formas y fisiologías, por ejemplo, mayores serán las posibilidades de que algún conjunto de individuos pueda subsistir ante cualquier cambio o alteración de las condiciones en las que habitan. Hay que tener en cuenta que la pérdida de variabilidad puede ser el primer paso hacia el declive y la extinción de una especie y que cada extinción, aunque sea local, altera el funcionamiento del sistema de relaciones en el que opera cada especie y, por tanto, aumenta la probabilidad de colapso del sistema completo.  

En este trabajo se revisan los resultados de tres décadas de estudios que analizan la evolución temporal de la diversidad genética de más de 600 especies marinas y terrestres bien repartidas a lo largo del árbol de la vida. Considerando que la diversidad genética representa la variabilidad de adaptaciones, los resultados ofrecen un panorama desalentador pero esperado a poco que se conozca la potencia de la acción humana sobre los sistemas vivos del planeta en el que habitamos.  

Esta exploración de datos publicados concluye que la tónica dominante es la perdida de diversidad genética a lo largo del tiempo. Un análisis más pormenorizado y exhaustivo indica, además, que esta pérdida de variabilidad aparece incluso en aquellas especies en las que no se había constatado la existencia de declive en sus poblaciones. Afortunadamente, los autores también constatan que las acciones de conservación disminuyen la probabilidad de pérdidas de variabilidad genética aunque, una vez reducida, resulta muy difícil o casi imposible recuperar esa variabilidad producto de la acción de la evolución durante miles de generaciones. Si los datos científicos y las evidencias empíricas deberían ser la base para la planificación de la economía y las acciones políticas, este estudio aporta un dato más que se añade a la larga lista que avala la necesidad de un cambio de rumbo en nuestro modelo de crecimiento infinito y nuestra disparatada concepción de desarrollo.

ES