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Rosa del Campo

Investigadora en el Hospital Ramón y Cajal y miembro del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC-GEMBIOTA)

El estudio es muy sólido. Han reclutado 70 parejas de madres e hijos y el seguimiento longitudinal es muy completo. Las técnicas que se han usado son adecuadas y el enfoque me ha gustado mucho por la contribución añadida de la metabolómica. Hay que tener en cuenta que los estudios con niños recién nacidos son complicados, por lo que este trabajo tiene mucho mérito.  

En cuanto a la transferencia horizontal, sus resultados se basan en hacer metagenómica completa a todo el ADN y después analizar los genes que son idénticos para ver si están presentes tanto en las heces de la madre como en las del niño. Se han centrado sobre todo en los genes que son necesarios para poder digerir bien los alimentos, especialmente los carbohidratos de la leche, y lo que observan es que estos genes de rutas metabólicas para digestión del alimento se encuentran a veces en bacterias diferentes, lo que sugiere que existe una transferencia horizontal entre las bacterias de la madre y las del niño. Se observa también un aumento de expresión de los genes de conjugación, transducción y transformación, pero sobre todo se achaca a la activación de fagos que son capaces de pasar material genético de unas bacterias a otras.  

Es imposible determinar con exactitud si esta transferencia horizontal ha ocurrido, pero teniendo en cuenta el alto poder de discriminación del ensamblaje de los genomas, parece que sí puede ser cierta.  

Siempre se ha sostenido que la instauración de la microbiota al nacer está condicionada sobre todo por las bacterias de la madre que se adquieren a través del canal del parto. En la naturaleza hay muchos ejemplos de madres que inoculan a sus bebés con sus propias heces para que puedan tener las rutas metabólicas de degradación de los alimentos, ya que sin ellos no se puede garantizar la nutrición. En el caso del ser humano hemos evolucionado hacia partos en un entorno hospitalario aséptico y en muchos casos con exposición a antibióticos por cesárea o por profilaxis para diferentes patógenos.  

Este artículo recoge una gran carga de trabajo de la que no existían antecedentes tan sólidos. La monitorización de los parámetros de inflamación en heces y en sangre demuestra un trabajo novedoso. La alimentación con leche materna implica la exposición a patógenos vehiculizados a través de la microbiota mamaria, lo que conlleva una exposición inmunológica temprana para una tolerancia a lo largo de nuestra vida. La hipótesis de los investigadores es que el pecho condiciona una menor probabilidad de sufrir enfermedades autoinmunes. También se ha explorado la producción de aminas biogénas/neurotransmisores por la microbiota, investigación novedosa sobre todo en las parejas de madres/niños. 

Las implicaciones de este trabajo es que quizás deberíamos monitorizar la implantación de la microbiota en relación a su metaboloma para corregir posibles déficits de rutas metabólicas que son deseables para una salud futura.  

Una gran parte del trabajo se ha realizado infiriendo los resultados de las secuencias de las heces. Esto puede no ser completamente real, pero existe una alta probabilidad de que así sea. Hubiera sido mejor realizar el metaboloma en el suero de los niños, pero imagino que no es fácil conseguir pinchar a los recién nacidos cada mes. 

ES