- Anteponer la información útil —la que puede ayudar al público a hacer frente a la situación de crisis— a cualquier otra.
- Hablar con los medios sobre asuntos en los que se es experto. Si se da el caso contrario, una respuesta muy buena es "no lo sé" o "de esto, mejor hablad con tal o cual persona, que es la más indicada".
- Evitar la sobreexposición personal. Promover una comunicación científica colectiva eficaz y ágil, más que iniciativas personales.
- Pensárselo dos veces (o tres) antes de criticar a las instituciones responsables de la gestión de la crisis.
- Hablar con honestidad de hasta dónde llega la evidencia y dónde empieza la interpretación o la toma de decisiones políticas.
- Comunicar claramente que la ciencia no tiene todas las respuestas, que la incertidumbre existe y hay que gestionarla.
- No hablar con excesiva contundencia de cuestiones complejas y llenas de matices. Siempre es mejor, en esos casos, reconocer la complejidad y evitar augurios.
- Tratar de buscar el consenso científico y promover que sea este consenso el que guíe la comunicación a los medios.
- Tener cuidado para evitar alarmas innecesarias en la población. Obviamente hay que ser honestos y no ocultar la realidad, pero si hablamos de comunicación de crisis, crear alarma cuando hay incertidumbre puede agravar la situación.
- Si hablas con los medios, hazlo con el convencimiento de que tu papel es útil.
De pandemias a volcanes o cuando la buena comunicación de crisis salva vidas
De pandemias a volcanes o cuando la buena comunicación de crisis salva vidas
Los periodistas no son los únicos generadores de contenido informativo, pero sí son quienes cuentan con la formación necesaria para seleccionar, canalizar y amplificar la información veraz y combatir la desinformación. En situaciones de crisis, en las que la evidencia científica guía la toma de decisiones, la comunicación de la ciencia a la sociedad adquiere un papel estratégico. Estas son algunas claves para científicos que hablan con periodistas en esos momentos.
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