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Reacción a un estudio que localiza el apetito por los alimentos grasos en el intestino

Un estudio publicado en la revista Nature y realizado en ratones ha encontrado que una comunicación entre el intestino y el cerebro estimula el deseo de consumir grasas, independientemente de que puedan ser saboreadas. 

09/09/2022 - 13:40 CEST
Reacciones

Luisa María Seoane - Grasas e intestino

Luisa María Seoane

Directora del Grupo de Investigación en Fisiopatología Endocrina en el Instituto de Investigaciones Sanitarias de Santiago de Compostela (IDIS)

Science Media Centre España

Para mantener el peso corporal en niveles estables, el sistema nervioso central es informado constantemente por los sistemas periféricos sobre el estado de las reservas energéticas del organismo. En los últimos tiempos, la idea clásica de una única regulación central del equilibrio energético ha cambiado a un punto de vista novedoso que considera la regulación del equilibrio energético como el resultado de una compleja interacción entre el cerebro y los órganos periféricos, especialmente el tracto gastrointestinal.  

Este enfoque revolucionó el conocimiento sobre el control del metabolismo, permitiendo identificar nuevos mecanismos implicados en la comunicación entre el estómago, el intestino y el cerebro como responsables del mantenimiento del peso corporal dentro de limites saludables, mecanismos que podrían encontrarse afectados en procesos patológicos como la obesidad. Recientemente, los esfuerzos científicos en este campo se encaminaron a descifrar estos mecanismos y sus componentes con el fin de poder restablecer aquellos afectados en condiciones patológicas.  

En este contexto, el trabajo publicado en Nature, basándose en el conocimiento previo sobre la relación intestino-cerebro, sienta las bases de conocimiento sobre el control de un aspecto clave en el desarrollo de obesidad, como es la preferencia hacia el consumo de alimentos grasos.  

Los autores describen cómo la propia grasa, al ser ingerida y entrar en contacto con el intestino, y a través de una vía específica de comunicación, interactúa con el cerebro para inducir preferencia hacia la alimentación grasa. Utilizando estrategias experimentales avanzadas han determinado que la preferencia por la ingesta de grasas no se desarrolla por estímulos sensoriales al ingerir este tipo de alimentos, sino de una forma posterior a la ingesta de grasas.  

Los autores han conseguido revertir la preferencia hacia las grasas mediante el uso de sofisticados modelos transgénicos, lo cual abre nuevas vías a posibles terapias futuras en este sentido.  

En la sociedad actual, con una elevadísima incidencia de obesidad y una alimentación abundante en alimentos hipercalóricos, el conocer los mecanismos por los cuales se desarrolla un componente de preferencia hacia este tipo de alimentos es clave con el fin de encontrar terapias efectivas para revertir esta preferencia. 

El trabajo publicado, además de describir la vía neuronal implicada en la regulación de la preferencia a alimentos grasos, identifica una señal liberada por el intestino como mediadora de esta comunicación, la colecistoquinina. A la vista del amplio espectro de señales descubiertas en los últimos años, el trabajo abre nuevas líneas de investigación en el campo, ya que futuras investigaciones podrían ir encaminadas a determinar cuáles de estas señales, además de la descrita en el trabajo, podrían estar implicadas en este mecanismo de comunicación. 

Aunque los datos mostrados son de gran relevancia, el trabajo se ha realizado íntegramente en animales de investigación. Será necesario trasladar estos datos a los humanos y encontrar las herramientas necesarias para intervenir sobre las vías descritas responsables de la preferencia hacia la ingesta de alimentos ricos en grasa.  

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