Antonio Pich
Catedrático de Física Teórica en el Instituto de Física Corpuscular (IFIC), Universitat de València - CSIC
El descubrimiento en 2012 del bosón de Higgs, en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN (Ginebra), tiene para la física una relevancia equiparable a la que tuvo el descubrimiento del ADN en biología o la evidencia de la estructura atómica y molecular en química. Desde el punto de vista tecnológico supone un hito comparable a la llegada del ser humano a la Luna, pero sus repercusiones científicas son mucho más importantes.
Una hipótesis teórica, formulada en 1964 para poder entender el origen de las masas de los constituyentes elementales de la materia, se confirmaba 48 años más tarde como un ingrediente tangible del mundo real: un nuevo campo de fuerzas, imperceptible y enigmático, que encierra valiosos secretos sobre algunas de las cuestiones actualmente más candentes de la física fundamental: la replicación en familias de los constituyentes elementales de la materia, la gran disparidad de sus masas, la práctica ausencia de antimateria en el universo, la existencia de materia oscura, etc.
El campo de Higgs plantea muchas preguntas, pero carecemos todavía de las respuestas adecuadas. En los próximos días, el LHC iniciará un nuevo periodo de experimentación para escudriñar con mayor precisión el nuevo campo de fuerzas. Se abre una nueva y apasionante etapa de investigación científica, que esperamos que nos depare grandes sorpresas.