La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad atravesada por las desigualdades de género. Las mujeres constituyen la mayoría de quienes presentan la enfermedad y, a la vez, son la mayoría de cuidadoras de estas personas. Siendo la edad el principal factor de riesgo, podríamos pensar que la mayor longevidad en mujeres podría explicar el mayor número de casos. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja: hombres y mujeres enfrentan diferentes exposiciones a riesgos, patologías cerebrales y niveles de resiliencia frente al alzhéimer.
Esta enfermedad neurodegenerativa es, en la gran mayoría de los casos, una condición causada por una combinación de factores genéticos y ambientales. Esto quiere decir que no hay un único factor determinante que explique el desarrollo de la enfermedad. A nivel biológico, se caracteriza por la deposición de las proteínas amiloide y tau, dentro y fuera de las neuronas, respectivamente. Las neuronas son las células del cerebro que actúan como "mensajeras", recibiendo, procesando y transmitiendo información a otras neuronas. De esta manera, forman una red que sostiene habilidades mentales, como la memoria. Las patologías amiloide y tau dificultan el trabajo de estas redes, causando así los síntomas de la enfermedad: una disminución progresiva de las habilidades mentales, y, finalmente, demencia.
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad atravesada por las desigualdades de género: las mujeres constituyen la mayoría de quienes presentan la enfermedad y, a la vez, son la mayoría de cuidadoras de estas personas
Actualmente, entendemos que pueden transcurrir hasta dos décadas desde el inicio de los cambios biológicos en el cerebro hasta que se manifiestan problemas de habilidades mentales, conocidos como síntomas. Durante este largo período, hay oportunidades para influir en el progreso de la enfermedad. Estudios anteriores han investigado cómo desacelerar la acumulación de proteínas amiloide y tau para aumentar la resistencia a la patología. Alternativamente, otros estudios, se han centrado en entender cómo fortalecer la capacidad de las neuronas para adaptarse a la acumulación de proteínas patológicas y mantener su función, lo que se conoce como resiliencia a la enfermedad.
Resiliencia frente al desarrollo de demencia
¿Qué puede ayudar a aumentar la resistencia y la resiliencia frente al desarrollo de enfermedades como la demencia? Hay 12 factores de riesgo reconocidos que aumentan la probabilidad de desarrollar demencia y que podrían explicar hasta el 40 % de los casos. Entre estos factores se encuentran el nivel de educación, la actividad física y la depresión, entre otros. Mejorar estos aspectos puede influir significativamente en el desarrollo de la enfermedad, ofreciendo una mayor protección y capacidad de adaptación del cerebro. Pero, ¿cuál es el rol del sexo y el género en la resiliencia a la enfermedad? La prevalencia de factores protectores y de riesgo, la carga de las patologías del alzhéimer, difieren según el sexo y el género, refiriéndose a factores biológicos frente a factores socialmente construidos.
El sexo se refiere al complemento de cromosomas sexuales de una persona (XX vs XY, sexo femenino vs masculino), lo cual se refleja en los órganos reproductivos. En contraste, el género es un constructo social que se refiere a roles, identidades y comportamientos socialmente construidos. El género es complejo y cambiante, al estar influenciado tanto por contextos sociales y culturales del pasado como por los actuales. Esta aproximación binaria (femenino/masculino, hombre/mujer) tiene limitaciones, pero es la aproximación mayoritariamente utilizada en investigación hasta hoy.
¿Qué muestran los estudios sobre el rol que juegan el sexo y el género en la resiliencia? Una perspectiva de sexo y género en la enfermedad de Alzheimer implica entender que el sexo femenino puede estar asociado con una mayor acumulación de proteínas, al mismo tiempo que los patrones históricos de desigualdad de género pueden contribuir a explicar el mayor riesgo de alzhéimer en las mujeres.
Una perspectiva de sexo y género implica entender que el sexo femenino puede estar asociado con una mayor acumulación de proteínas, al mismo tiempo que los patrones de desigualdad de género pueden contribuir a explicar el mayor riesgo de alzhéimer en mujeres
Las mujeres inicialmente enfrentan mejor la patología y la pérdida de neuronas o conexiones neuronales, manteniendo sus habilidades mentales. Las mujeres muestran así una mayor resiliencia a los primeros cambios de la enfermedad. Por ejemplo, la mayor resiliencia inicial en mujeres podría estar parcialmente explicada por el sexo femenino, ya que investigaciones con animales (en los que se puede manipular los cromosomas sexuales en el laboratorio) muestran un papel protector del cromosoma X en el alzhéimer. Sin embargo, las habilidades mentales de las mujeres declinan más rápido que los hombres a medida que la enfermedad progresa.
Así, la resiliencia inicial en las mujeres tiende a desvanecerse a medida que sus habilidades mentales comienzan a deteriorarse, hasta llegar a un diagnóstico de enfermedad de Alzheimer. Aquí, el sexo biológico parece también desempeñar un papel importante ya que durante la menopausia (asociada con el sexo femenino) se da una mayor acumulación de la proteína tau en el cerebro y existe una mayor presencia de otras patologías cerebrales (como las vasculares), contribuyendo así a un mayor daño neuronal.
Evaluar cómo interactúan el sexo y el género es crucial
Es importante no perder de vista cómo los roles de género pueden influir en el riesgo de enfermedad. Algunas condiciones que aumentan el riesgo son más comunes en mujeres, incluyendo los bajos niveles de educación, la inactividad física y los trastornos afectivos (inevitablemente ligados a los cuidados).
De hecho, diferentes investigaciones indican que, en países con menores desigualdades de género, las diferencias en habilidades mentales entre hombres y mujeres están disminuyendo. A las mujeres se les ha incentivado menos a hacer ejercicio y a estudiar, lo que ha llevado a una mayor prevalencia de inactividad física entre ellas y un menor nivel de educación, en comparación con los hombres. Estudios anteriores han mostrado que la actividad física está relacionada con una menor acumulación de proteínas amiloides en el cerebro. Además, las personas con un nivel educativo más alto, así como aquellas que realizan actividades mentales, suelen tener un mayor volumen de neuronas en edades avanzadas. Por otro lado, la depresión y el estrés podrían tener un efecto negativo, reduciendo el número de neuronas y acelerando potencialmente la acumulación de proteínas dañinas.
Evaluar cómo interactúan el sexo y el género es crucial para entender los mecanismos que preservan las habilidades mentales y reducen la acumulación de patologías durante el envejecimiento y así prevenir la enfermedad de Alzheimer. El sexo y el género se entrelazan con otros conceptos construidos socialmente, como la "raza" y la etnicidad, que son esenciales para comprender y abordar las desigualdades en el desarrollo de la enfermedad.
En el artículo publicado en Alzheimer’s and Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, un grupo de investigadores internacionales expertos hemos subrayado la urgencia de incorporar un enfoque de sexo y género en los estudios sobre la enfermedad de Alzheimer. Si mujeres y hombres desarrollan la enfermedad de Alzheimer a través de diferentes mecanismos, conocer estos mecanismos es esencial para diseñar intervenciones específicas y tratar la enfermedad de manera efectiva.