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¿Deberían los medios dejar de usar el término ‘desastre natural’?

Inundaciones en Libia y Grecia, incendios en Australia o terremotos en Marruecos. Los desastres van en aumento, en parte debido a que el cambio climático afecta a la frecuencia e intensidad de algunos de ellos. A menudo los medios hacen uso del término ‘desastre natural’ para denominarlos, algo que un equipo de especialistas en crisis y desastres está tratando de cambiar. 

11/10/2023 - 09:30 CEST
 
Libia

La imagen muestra la destrucción en Derna (Libia) tras el paso de la tormenta Daniel y la riada posterior. EFE/EPA/STRINGER.

La expresión ‘desastre natural’ “ignora la realidad de que debe existir vulnerabilidad antes de que surja una crisis”, explicaba el investigador del University College de Londres (Reino Unido) Ilan Kelman en un artículo publicado en The Conversation. “El fallo de los gobiernos de preparar adecuadamente a la gente para estos peligros es una de las raíces del desastre. No importa la severidad de un evento, el desastre puede ser evitado”, resaltaba Kelman, especializado en este tipo de fenómenos. 

Por este motivo, Kevin Blanchard, investigador principal de DRR Dynamics, inició la campaña #LosDesastresNoSonNaturales, con la que intenta que los medios dejen de añadir la coletilla ‘natural’ a sus coberturas. 

¿Por qué es importante el lenguaje utilizado al cubrir tragedias como terremotos e inundaciones? 

En declaraciones al SMC España, Blanchard señala que la forma en la que los desastres son presentados en los medios “afecta a la percepción pública del riesgo asociado a ellos” y por eso considera fundamental que la terminología utilizada a la hora de reportar las catástrofes sea adecuada. 

“La cobertura de estos eventos es vital porque moldea la percepción del público sobre cómo estos desastres están relacionados con temas como el cambio climático, la urbanización, la degradación ambiental y el crecimiento de la población mundial”, aclara el científico, que está especializado en reducción del riesgo de desastres y cambio climático. 

Por su parte, el investigador de la Universidad Bernardo O’Higgins (Chile) Loris De Nardi considera el término ‘desastre natural’ como “inexacto y simplista”, de ahí que defienda la importancia de una terminología más precisa. “El lenguaje es una herramienta poderosa que moldea nuestra percepción del mundo”, y su uso correcto “refleja la realidad y promueve una comprensión más precisa y completa de la naturaleza de los desastres”, señala al SMC España De Nardi, que es investigador principal de la red GERIDE (Políticas públicas de gestión del riesgo de desastres en Latinoamérica). 

“El término ‘desastre natural’ puede llevar a creer que estos son inevitables y están fuera de nuestro control, lo que disminuye la voluntad de tomar medidas para prevenirlos o mitigar sus impactos. Al cambiar el lenguaje, podemos inspirar mayor conciencia y acción”

Loris De Nardi

Expertos como De Nardi consideran que un cambio en el uso del lenguaje puede tener grandes efectos. Por ejemplo: ayudar a reconocer la responsabilidad humana en estos eventos, concienciar y educar al público, y fomentar las acciones para reducir los riesgos de desastres. En resumen: “Desafiar un paradigma arraigado que minimiza la importancia de nuestras acciones en la creación de riesgos”. 

“Cambiar nuestra terminología es un paso crucial para fomentar una comprensión más precisa de la relación entre la actividad humana y los desastres, y para impulsar la acción necesaria para abordar los desafíos climáticos y ambientales que enfrentamos en la actualidad”, apunta De Nardi. “Es un pequeño cambio de palabras con un gran impacto en nuestra capacidad para hacer frente a un futuro más seguro y sostenible”, añade. 

En opinión del investigador, “las palabras importan porque influyen en la forma en que la sociedad percibe los problemas y responde a ellos”. “El término ‘desastre natural’ puede llevar a la creencia de que estos eventos son inevitables y están fuera de nuestro control, lo que disminuye la voluntad de tomar medidas para prevenirlos o mitigar sus impactos. Al cambiar el lenguaje, podemos inspirar una mayor conciencia y acción”, recalca. 

En esa misma línea, “reconocer que los desastres son el resultado de decisiones humanas equivocadas en términos de planificación urbana, desarrollo, gestión de recursos y cambio climático es esencial para asumir la responsabilidad de prevenir futuros desastres”. Según De Nardi, la terminología inapropiada oculta esta realidad. 

¿Qué términos son más adecuados al informar de estos sucesos? 

De Nardi considera más apropiado el término ‘desastre socionatural’, pero también otras como ‘desastre’ a secas, ‘calamidad’ y ‘tragedia’, sin la coletilla de ‘natural’.  

La campaña #LosDesastresNoSonNaturales recomienda ‘desastre’ a secas. “El contexto de tu artículo, blog, vídeo o tuit que estés escribiendo debería mostrar claramente los orígenes del peligro”, apuntan en su web, que cuenta con una guía en numerosos idiomas –entre ellos, el castellano– con recomendaciones para los periodistas que cubren este tipo de informaciones.  

Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) siguen utilizando el término ‘desastre natural’ en sus informes y comunicados. ¿No significa eso que su uso es correcto? 

Blanchard explica que el objetivo final de su campaña es que todas las organizaciones, “especialmente las que trabajan con desastres”, dejen de usar el añadido ‘natural’ para referirse a ellos, pero es consciente de que esto no será una tarea fácil. Aun así, defiende que “la forma en que una organización decide etiquetar los desastres no cambia que, al final, el peligro solo se convirtió en desastre por fallos humanos”. 

“La forma en que una organización decide etiquetar los desastres no cambia que, al final, el peligro solo se convirtió en desastre por fallos humanos”

Kevin Blanchard

De Nardi coincide: aunque estas organizaciones todavía recurran a la coletilla de ‘natural’ “no debe considerarse como una justificación para su uso”. 

Pero, ¿estas tragedias no son inevitables? 

Los investigadores consideran que son los peligros los que son naturales y estos están más allá de nuestro control –el propio terremoto o una erupción volcánica–, pero que los desastres que provocan sí pueden controlarse e incluso prevenirse.  

“El punto en el que un peligro interacciona con los seres humanos y provoca pérdidas de vidas, daños económicos y heridos, convirtiéndose en un desastre, está completamente bajo nuestro control”, subraya Blanchard. Por ejemplo, mediante la mejora de los sistemas de alerta temprana, el refuerzo de las infraestructuras y la mejora en la protección de quienes son más vulnerables a estos eventos. 

Entonces, ¿no es buena idea atribuir la culpa de las pérdidas a la naturaleza o a la ‘voluntad divina’ (según los creyentes)? 

Blanchard dice que esto no solo “sobresimplifica los complejos orígenes y los factores que agravan los desastres”, sino que “absuelve de responsabilidad a los poderosos que toman las decisiones por permitir o forzar a la gente a vivir en condiciones vulnerables”. En otras palabras, estas narrativas perpetúan la visión de que “las catástrofes son inevitables e impredecibles, más que el resultado de una confluencia de factores que podrían ser mitigados o prevenidos”. 

Es algo que mencionaba la investigadora de la Universidad de Reading (Reino Unido) Liz Stephens tras las inundaciones de 2022 en Pakistán: “Es necesario preguntar por qué estas inundaciones están teniendo un impacto similar a las de 2010”, cuando la ciencia encargada de los pronósticos “ha mejorado considerablemente” desde entonces. 

El problema, como señalaba la propia Stephens, es que “los avisos tempranos necesitan alcanzar a las comunidades que están más en riesgo” para que puedan huir, algo que no pasó en Pakistán. La historia se repitió en Libia: según la OMM, la mayoría de las muertes provocadas por las inundaciones de 2023 podrían haber sido evitadas si el país hubiera lanzado alertas. 

“Las fuerzas de gestión de emergencias podrían haber sido capaces de llevar a cabo la evaluación de la gente y podríamos haber evitado la mayoría de las bajas humanas”, aseguraba el director de la organización, Petteri Taalas, a AFP

¿En qué debería centrarse la cobertura de los desastres? 

Para Blanchard, el uso incorrecto del término ‘desastre natural’ “desnuda las historias de desastres de su contexto social, político ambiental y económico, en el que la injusticia es omnipresente”. Como resultado, se puede “confundir al público” y “perder oportunidades de cambios transformadores”. Por eso los periodistas deben realizar su cobertura de forma holística, “asegurando que se subrayan las vulnerabilidades sistémicas subyacentes y las injusticias, y que se responsabiliza a quienes toman las decisiones”. 

¿Algo más que tener en cuenta? 

De Nardi subraya la importancia de la “memoria histórica” de las comunidades afectadas a la hora de cubrir este tipo de catástrofes. Considera que su ausencia “es una de las principales causas de los desastres socionaturales”.  

Así, defiende la necesidad de construir una memoria histórica “sólida” que supla las “imprecisiones de la memoria colectiva” y “desempeñar un papel crucial en la prevención y mitigación de futuros eventos”. 

Aprender de las lecciones pasadas, concienciar y educar, mejorar la preparación, reducir la complacencia y señalar a los responsables son algunos de los factores señalados por De Nardi en los que los medios pueden colaborar durante su cobertura. 

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