La desestabilización del secuestro de carbono por el cambio climático encontrada por Fernández-Martínez y colaboradores (2023) es inquietante, ya que cuestiona la capacidad de uno de los pilares básicos de la mitigación del calentamiento global.  

La producción de biomasa global neta muestra síntomas de inestabilidad, especialmente en las regiones que se han calentado más y ello compromete la eliminación efectiva de una parte del carbono atmosférico que se acumula por la quema antropogénica de combustibles fósiles. Esto pone en riesgo alcanzar los objetivos de descarbonización de la economía y la intención de todos los países de no superar los límites de calentamiento aprobados en el Acuerdo de París de 2015 para no derivar en un clima sumamente peligroso para la humanidad.  

El trabajo analiza la influencia de factores como el cambio de uso y el papel de la biodiversidad, lanzando alguna nueva alerta más: lejos de aumentar la productividad de los ecosistemas con la biodiversidad, como han mostrado numerosos estudios previos, este trabajo indica que el efecto de la respiración oscurece el efecto de la fotosíntesis –recordemos que el primero libera y el segundo captura CO₂ atmosférico–, de forma que la relación de la biodiversidad con la productividad se hace negativa en escenarios de calentamiento creciente.  

Este tipo de inestabilidades y desbalances quedan bien demostrados en el trabajo, si bien comprender los mecanismos subyacentes y ver su generalidad para ecosistemas de los que aún se tienen pocos datos quedan como tareas pendientes para la ciencia.  

Este trabajo ilustra perfectamente la razón de por qué la comunidad científica se muestra tan preocupada por el cambio climático, ya que cada vez vamos teniendo una mejor comprensión de los efectos indirectos y los procesos complejos, como las inestabilidades, que llevan a acentuar los riesgos climáticos.