El número de personas que sufren un accidente cerebrovascular, mueren por ello o viven con una discapacidad posterior, ha aumentado considerablemente en todo el mundo entre 1990 y 2021, según un estudio publicado en The Lancet Neurology. La contribución de las altas temperaturas a la mala salud y la muerte prematura por accidente cerebrovascular ha aumentado un 72 % desde 1990. Por primera vez, el estudio revela la alta contribución (equiparable al tabaquismo) de la contaminación del aire por partículas a la hemorragia subaracnoidea (hemorragia cerebral fatal).
Andrés García Pastor - ictus contaminación
Andrés García Pastor
Neurólogo del Centro de Ictus del Hospital General Universitario Gregorio Marañón
Este estudio supone probablemente una de las aportaciones más importantes de los últimos 30 años al campo de la epidemiología global del ictus.
El trabajo se ha realizado a partir de informes epidemiológicos de 204 países o territorios a lo largo de los años 1990 y 2021. En el artículo se confirma que el ictus sigue siendo uno de los problemas de salud con mayor impacto tanto en mortalidad como en dependencia en todo el mundo.
El principal resultado del estudio es que, en números absolutos, el impacto global del ictus ha aumentado a lo largo de estos 30 años. Este hallazgo puede deberse a varios motivos: el aumento de la población mundial; el envejecimiento de la población (sobre todos en países ricos); y el empleo de estrategias de prevención inadecuadas o insuficientes y probablemente muy dispares según el país (y su nivel económico).
Otro aspecto muy relevante del artículo es la detección de importantes disparidades en la incidencia, prevalencia, impacto y mortalidad del ictus en función del nivel económico del país o zona geográfica estudiada. Este resultado se relaciona probablemente con unas estrategias insuficientes de prevención en los países pobres: peor control de factores de riesgo vascular, como la hipertensión arterial o el tabaquismo.
Se han identificado y confirmado la relación de determinados hábitos o estilos de vida individuales (consumo de bebidas azucaradas, escasa actividad física, dieta pobre en grasa poliinsaturadas, índice de masa corporal, etc.) con el riesgo de ictus, pero también otros factores ambientales (y que, por tanto, no pueden ser corregidos a nivel individual) que también aumentan el riesgo de ictus. Estos factores son, por ejemplo, las elevadas temperaturas (olas de calor) o la contaminación atmosférica por partículas en suspensión.
Un hallazgo relevante de este trabajo es la relación (detectada por primera vez) entre la contaminación del aire por partículas en suspensión y un mayor riesgo de hemorragia subaracnoidea.
El efecto sinérgico entre contaminación atmosférica, cambio climático y elevación de las temperaturas ha demostrado influir en el riesgo de enfermedades vasculares y, en especial, del ictus.
El aumento del impacto del ictus sobre la salud global observado en estos últimos años demuestra que las estrategias de prevención empleadas hasta el momento son insuficientes o inadecuadas y que probablemente deben ir más allá de medidas de cambios de estilo de vida a nivel individual. Son necesarias políticas globales encaminadas a luchar contra la contaminación atmosférica y el cambio climático.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Humanos
- Modelización
GBD 2021 Stroke Risk Factor Collaborators et al.
- Artículo de investigación
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