Un estudio publicado en la revista British Journal of Sports Medicine ha encontrado una relación entre practicar ejercicio físico con un menor riesgo de desarrollar cáncer de mama en cualquiera de sus tipos. Esto también ocurría cuando las mujeres reducían el tiempo que pasaban en actividades sedentarias, como estar sentadas. Los investigadores, que utilizaron datos de más de 130.000 mujeres, afirman que hay una evidencia muy fuerte de que la asociación sea causal.
Marina Pollán - ejercicio físico y cáncer de mama
Marina Pollán
Directora del Centro Nacional de Epidemiología, centro propio del Instituto de Salud Carlos III
El valor del estudio, en primer lugar, es su tamaño muestral y el resultado obtenido, que concuerda muy bien con todo el conocimiento que han aportado los estudios que utilizan cuestionarios de actividad física. Aquí en España, en GEICAM (Grupo Español de Investigación de Cáncer de Mama) publicamos a partir del estudio EpiGEICAM un artículo con los resultados obtenidos a partir de cuestionarios de ejercicio físico en mujeres recién diagnosticadas de cáncer de mama y mujeres control, y encontramos también este efecto protector.
La medición de la actividad física en los estudios epidemiológicos es un reto. Tradicionalmente se han utilizado cuestionarios de actividad física que suelen recoger o bien la actividad realizada en un periodo concreto, o incluso a lo largo de la vida. Normalmente se centran en actividad física recreacional (la que se realiza fuera del trabajo y de las labores domésticas), aunque algunos cuestionarios intentan recoger también el ámbito laboral y doméstico. Estos cuestionarios dependen del recuerdo del entrevistado y, por tanto, pueden tener un margen de error no despreciable. Frente a los cuestionarios, tenemos la posibilidad de utilizar medidas objetivas, como la que se utilizó en el UK Biobank para identificar las variantes genéticas asociadas con mayor actividad física, basadas en llevar un acelerómetro de pulsera durante un periodo de tiempo. El periodo suele ser limitado y, por tanto, también esta medida tiene sus propios problemas.
La ventaja de utilizar variantes genéticas asociadas es que no dependen del sesgo de recuerdo del individuo ni tampoco de si el diagnóstico de la enfermedad, en este caso el cáncer de mama, modifica las respuestas a los cuestionarios o la actividad a realizar cuando llevas la pulsera con acelerómetro. Las variantes genéticas se pueden medir con gran exactitud. Dicho esto, se trata de una medida indirecta: una persona (una mujer en este caso) puede tener las variantes que predisponen a moverse más pero no hacerlo por diferentes motivos. Por otra parte, estas variantes pueden condicionar otros procesos biológicos que sean los que expliquen la asociación protectora encontrada en el estudio.
El estudio ratifica la evidencia ya disponible a partir de muchos estudios epidemiológicos en este campo que muestran el efecto protector del ejercicio físico frente al cáncer de mama. Tenemos más evidencia para el cáncer de mama después de la menopausia porque es más frecuente y los estudios suelen tener más casos de mujeres posmenopáusicas, pero este estudio muestra también un efecto interesante del ejercicio vigoroso frente al cáncer de mama en mujeres antes de la menopausia. En ese sentido, el estudio que mencionaba del grupo GEICAM, que yo coordino, mostraba también un efecto protector frente al cáncer premenopáusico. Como nos ocurría a nosotros, el efecto es más consistente para el ejercicio físico en general y menos para el ejercicio vigoroso (en este caso, frente a las variantes genéticas asociadas en general con hacer más ejercicio y menos evidente frente a la predisposición genética al ejercicio vigoroso). Otro dato importante del estudio es que, gracias a su tamaño muestral, ofrece información por subtipo de tumor, confirmando que el ejercicio tiene un papel protector para todos los subtipos. Como digo, asumiendo que las variantes genéticas son capaces de detectar diferencias en la cantidad de ejercicio realizado por las participantes en estos estudios.
La implicación es clara: las mujeres deben saber que realizar ejercicio físico moderado es una buena estrategia, no solo para disminuir la probabilidad de tener un cáncer de mama, sino también frente a otras enfermedades crónicas frecuentes. La principal limitación, ya mencionada, es la utilización de variantes genéticas para medir el ejercicio. Sin embargo, como la medición de la actividad física a lo largo de la vida es compleja y pocos estudios tienen información a lo largo del tiempo, los resultados del estudio complementan la evidencia existente y también podrían abrir nuevas vías de investigación centradas en los efectos biológicos de esas variantes y su posible papel también a la hora de explicar de qué manera el ejercicio actúa para disminuir el riesgo. Conocemos varias vías; podrían existir otras.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Humanos
Suzanne C Dixon-Suen et al.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Humanos