¿Cómo se elige el tipo de jornada?
Para que un centro cambie el tipo de jornada, tiene que ser aprobado por mayoría, tanto por el claustro de profesores como de las familias. Los porcentajes necesarios, tanto de participación como de votos a favor, varían entre comunidades. Pero “siempre surgen a iniciativa del claustro, y siempre para pasar a jornada intensiva”, explica Marta Ferrero, profesora y vicedecana de investigación y transferencia en la facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid y que ha sido maestra y orientadora con anterioridad, para quien en ocasiones tienen lugar prácticas criticables y en las que se comparte información sesgada e incompleta. Además, según la profesora e investigadora, “no es de recibo que las autoridades se estén manteniendo al margen, porque se están tomando decisiones no evaluadas que, en la práctica, son irrevocables”. Así lo piensa también Daniel Gabaldón, sociólogo educativo y profesor de Sociología de la Educación en la Universidad de Valencia, para quien “debería establecerse una moratoria y deberían exigirse los informes y las evaluaciones que las consejerías se comprometieron a hacer”. “Los estudios de que disponemos indican que la jornada continua puede estar perjudicando la salud y el aprendizaje de los niños. Si esto se confirma con más datos, deberíamos revertirla. Sin embargo, las instituciones se están lavando las manos”, afirma.
¿Qué razones esgrimen los partidarios de la jornada intensiva?
“El origen de la jornada intensiva en España tuvo lugar en los años 80 en Canarias, pero no nació con un carácter pedagógico, sino sindical [por parte del personal docente]”, recuerda Ferrero. Como se recoge en un informe publicado por ESADE en el año 2022 (y en otros estudios anteriores), el profesorado está mayoritariamente a favor de la jornada continua, pero en sus respuestas descartan basarse en el interés propio. Entre los que ya trabajan con este tipo de jornada, solo un 3 % aduce como motivo principal las ventajas que supone para el propio profesorado, mientras que más del 90 % esgrime que la razón fundamental son los beneficios que supone en el rendimiento académico y en el bienestar de los alumnos, así como para la conciliación de las familias.
Según el informe, en el que ha participado la propia Ferrero, “estos resultados muestran que, en el seno del profesorado, se ha instalado una narrativa en favor de la jornada matinal y de sus beneficios sobre alumnado y familias que no está sustentada por los datos. Al contrario, la jornada escolar matinal no contribuye a mejorar el rendimiento académico y el bienestar del alumnado. Tampoco favorece la conciliación de las familias, ya que supone enormes costes económicos y sociales”.
“En ningún caso creo que mientan”, defiende Ferrero. “Yo no tengo dudas de que quieren lo mejor para los estudiantes, pero la gran brecha que hay entre la investigación y la práctica educativa contribuye a que los docentes tiendan a apoyarse en una literatura más informal o en experiencias propias o de otros colegas para tomar decisiones. En el caso de la jornada escolar, el problema es que su experiencia está irremediablemente sesgada, por ser ellos una parte implicada. Los estudios científicos van en otra dirección”. Así lo piensa también Gabaldón: “La jornada continua favorece la conciliación del profesorado. No mienten, pero las evidencias se conocen poco y se convencen a su favor con argumentos que no son ciertos. Por ejemplo, aluden al cansancio de los alumnos a las 3 de la tarde después de comer, que existe, pero es un cansancio que se recupera durante la tarde y que es menor al del final de la mañana en la jornada continua”, explica al SMC España.
Algunas de las razones concretas que esgrimen tanto profesorado como algunas familias a favor de la jornada continua tienen que ver con que esta permite más tiempo para estudiar y organizarse por las tardes, mejora el descanso y aumenta el tiempo en familia, mejorando la conciliación.
¿Realmente la jornada continua aumenta el descanso y el tiempo en familia?
Sin embargo, desde la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado (CEAPA) se ha denunciado que con la jornada intensiva aumentan los deberes porque no hay tiempo lectivo suficiente para completar el currículum, y que la ayuda que pueden prestar las familias puede ser muy diferente según su situación y su capital económico y cultural, lo que genera y agrava desigualdades. Además, cuando se ha analizado, se ha detectado que los niños y niñas no se acuestan antes con la jornada continua. De hecho, están más cansados y tienen más sueño que con la opción de jornada partida, “probablemente porque provoca un desfase y un retraso en los ritmos circadianos”, explica Gabaldón.
En cuanto al tiempo que se pasa en familia, un estudio realizado en Cataluña observó que la mayoría de padres y madres de hijos o hijas adolescentes llegaban a casa por la tarde: el 45,2 % de las madres y el 72,1 % de los padres lo hacían después de las 6 de la tarde. Antes de las 14:30 solo lo hacían el 12,5 % de las madres y el 3,7 % de los padres. Para el catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita, “la mejora de la vida familiar se da si, y solo si, existen las condiciones previas. Es decir, si hay una familia esperando”. Según comentó Gabaldón en un encuentro con periodistas organizado por el SMC España, un estudio que su grupo está pendiente de publicar muestra que “con la jornada continua se ganan solo dos minutos de tiempo de calidad en familia al día de media. Y en secundaria no se observa ningún efecto. Por contra, aumenta el tiempo que el alumnado dedica a ver la televisión”.
¿Cómo impacta cada jornada en la desigualdad?
La jornada intensiva implica una mayor demanda de cuidados profesionales remunerados, lo cual genera desigualdades también en función de la renta. Además, dentro de las familias, los roles de género siguen haciendo descansar mayoritariamente los cuidados sobre las mujeres. La jornada continua dificulta que las jornadas laborales puedan ser superiores a 25 o 28 horas semanales, y la reducción recae mayoritariamente en las mujeres. Según el informe ESADE, el 66,4 % de la pérdida adquisitiva anual de las familias es soportada por las madres, y el impacto es mayor en las mujeres de hogares con bajos niveles de ingresos. La conclusión es que “una jornada escolar amplia favorece la reducción de la desigualdad de ingresos entre hogares de distinto nivel educativo y también la desigualdad de género dentro de los hogares”.
¿Qué dice la OCDE?
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha publicado este año el informe Propuestas para un plan de acción para reducir el abandono escolar temprano en España. Entre otras acciones, apuesta por ampliar el tiempo de la jornada escolar. “España podría considerar la posibilidad de seguir el ejemplo de países de la OCDE como Dinamarca y Portugal, que han adoptado sistemas flexibles de jornada completa para ampliar el tiempo de aprendizaje”, se recoge en el documento. “Estas iniciativas han ido acompañadas de una mayor oferta de comedores escolares y actividades extraescolares. España podría valorar la posibilidad de adoptar un enfoque similar por las ventajas que podría aportar, en particular para los alumnos desfavorecidos (…). Se ha demostrado que pasar más tiempo en el centro educativo permite elevar las tasas de graduación y mejorar el aprendizaje y otros indicadores sociales y conductuales”.
Algunos partidarios de la jornada intensiva proponen que se oferte un servicio de comedor y de extraescolares asequible y voluntario, lo que igualaría el tiempo en la escuela de la jornada partida y dejaría libertad de elección. ¿Hay evidencias de que funcione?
Ese era el planteamiento inicial, según se recoge en el informe ESADE. Sin embargo, no ha funcionado en la práctica. Como se recogía anteriormente, aunque el 72,5 % de los centros educativos públicos de primaria tienen comedor escolar, solo un 38,6 % del alumnado es usuario. Las becas de comedor son, además, insuficientes en cobertura y cantidad, apuntan desde Save the Children. Estos datos, como aparece en su informe, “son consistentes con el hecho de que la mayor parte del alumnado en jornada partida es usuario del comedor, y la mayor parte del alumnado en jornada continua no lo es”. Un informe de la Comunidad Valenciana observó que el uso del comedor bajó más de un 30 % en los centros al año siguiente de aplicar la jornada continua.
En cuanto a las actividades extraescolares, la participación en los centros con jornada partida ronda o supera el 50 %, mientras que está por debajo del 30 % en aquellos con jornada intensiva. Según Ferrero, esta menor participación implica que “haya también una menor oferta y a precios menos competitivos”. Según el informe de la Comunidad Valenciana, “las familias encuentran más posibilidades alternativas a la de la estancia en el centro tras las horas lectivas, aprovechando así para realizar actividades que proporcionan un valor añadido”, lo que aumenta la desigualdad por los diferentes recursos de cada familia.
¿Tendría que ser jornada partida o continua para todos?
En global, la jornada partida parece ser la más conveniente, pero existen situaciones donde podría flexibilizarse y adaptarse a las características concretas de cada entorno o comunidad. Como se recoge en el informe de la Fundación Bofill, un caso particular pueden ser las zonas rurales dispersas, donde la jornada partida puede hacer que los niños y niñas lleguen demasiado tarde a sus casas. O las comunidades muy homogéneas, si las hubiera, donde los padres y madres tienen un horario laboral de mañana, recursos suficientes y una red socioeducativa accesible.
¿En qué consisten las propuestas del informe ESADE?
El informe considera que “el avance de la jornada matinal está ocurriendo mientras se niega la evidencia disponible sobre sus efectos perniciosos sobre el alumnado y las familias”. Por ello, aboga por “[considerando al alumnado como el objetivo central de la política educativa] articular otras alternativas a la jornada continua que hagan a su vez factible compensar al profesorado por el fuerte deterioro que ha experimentado su situación laboral durante la última década (primero con las crisis y después con la pandemia)”. Un profesorado que, según Ferrero, “es clave pero tiene muy poco reconocimiento social”.
El informe calcula que la jornada intensiva en educación infantil y primaria supone una pérdida de 8.048 millones de euros de ingresos para las familias cada año. La generalización de la jornada a tiempo completo implicaría un aumento de la recaudación vía IRPF de unos 1.200 millones de euros, que según los autores del informe podrían emplearse para “garantizar y hacer políticamente viable esta modalidad de jornada”. Para ello se establecerían tres partidas fundamentales de inversiones públicas:
- Ampliar la cobertura y cuantía de las becas de comedor para llegar a un 40% de todo el alumnado.
- Desarrollar y mejorar las infraestructuras escolares en los centros públicos de infantil y primaria para hacer posible un comedor en cada centro educativo a medio y largo plazo.
- Compensar al profesorado con un complemento salarial para aumentar las horas de permanencia en los centros.