Una semana sin redes sociales puede reducir síntomas relacionados con la salud mental en jóvenes, según un estudio

Evitar el uso de redes sociales durante una semana puede disminuir síntomas de ansiedad, depresión e insomnio, según un estudio publicado en JAMA Network Open. El estudio midió la salud mental de un grupo de 373 personas entre 18 y 24 años en EE. UU. antes y después de una semana sin usar Facebook, Instagram, Snapchat, TikTok, ni X. Los autores advierten de que la duración de estos resultados y sus asociaciones con el comportamiento requieren más investigación. 

24/11/2025 - 17:00 CET
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José César Perales

Catedrático en el departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada

Science Media Centre España

¿El estudio se apoya en datos y métodos sólidos? 

“El estudio presenta algunas fortalezas metodológicas, aunque los resultados no respaldan todas las conclusiones tal y como se expresan en el resumen. 

Las principales fortalezas son dos. La primera es la medición de variables psicológicas mediante EMA (Ecological Momentary Assessment), que consiste en recoger datos en tiempo real, a lo largo del día, mediante recordatorios momentáneos y diarios electrónicos. Al no depender de la memoria ni de la recolección retrospectiva, estas medidas suelen considerarse menos vulnerables a sesgos o distorsiones.  

La segunda fortaleza es la recogida de información sobre el uso de dispositivos móviles a través de estadísticas generadas por el propio aparato, en lugar de basarse únicamente en autoinformes, que se sabe son poco fiables, como demuestra la baja correlación entre las estimaciones subjetivas y los registros objetivos”. 

¿Cómo encaja con trabajos previos? ¿Qué novedades aporta? 

“La principal novedad radica en los avances metodológicos de registro. En cuanto a los resultados, son muy similares a los ya conocidos. 

En primer lugar, apenas existe correlación entre el tiempo de uso objetivo y el bienestar emocional o psicológico. Solo las percepciones subjetivas muestran cierta relación, lo que suele interpretarse como que las personas que ya consideran inadecuado su uso del dispositivo tienden a sentirse menos satisfechas con su estado psicológico general. Sin embargo, esa relación desaparece cuando se emplean indicadores objetivos. 

El otro resultado presentado como relevante es la reducción de síntomas depresivos y ansiosos en quienes participaron voluntariamente en la fase de ‘desintoxicación’ de redes sociales. Este efecto, como ya se había observado en estudios anteriores, es muy modesto, con tamaños de efecto entre d = -0.05 para soledad y d = -0.44 para depresión y ansiedad. Conviene recordar que, en valor absoluto y usando los estándares habituales, 0.3 se considera un efecto pequeño, 0.6 mediano y 0.9 grande, por lo que los resultados se sitúan en el rango de los efectos pequeños o entre pequeños y medianos. Además, los porcentajes que aparecen en el resumen y las tablas, como la reducción de la ansiedad en un 16,5 %, carecen de significado, ya que las escalas de depresión y ansiedad no tienen un cero absoluto. 

Estos efectos pueden expresarse de otra manera. Por ejemplo, una d = -0.44, la máxima observada en este estudio, implica que un 62 % de las personas sometidas a la ‘desintoxicación’ presentarían un nivel de depresión menor que una persona elegida al azar que no participara en la intervención, lo que supone solo un 12 % por encima del azar. 

En relación con lo anterior, el estudio también señala que quienes partían de niveles más altos de ansiedad o depresión se beneficiaron más de la desintoxicación. Sin embargo, la muestra inicial tenía niveles muy bajos, lo que limita el margen de mejora. Dicho de otro modo, quienes ya tenían pocos síntomas no podían mejorar, mientras que los que estaban peor sí podían hacerlo. Es inevitable, por tanto, que la mejora se concentre en quienes partían de un peor estado inicial. Sorprende que una sobreinterpretación de este tipo haya superado la revisión por pares”. 

¿Hay limitaciones importantes que haya que tener en cuenta? 

“Sin duda. Más allá de los matices interpretativos sobre los tamaños de efecto, existen varias limitaciones considerables.  

La primera es que la participación en la fase de ‘desintoxicación’ fue voluntaria. No solo no hubo grupo de control, sino que el grupo de intervención se conformó por autoselección. En estudios de intervención, la autoselección se considera una mala práctica, ya que introduce sesgos al permitir que solo los más motivados o con mayores expectativas participen. 

La segunda limitación está relacionada con la anterior. La ‘desintoxicación’ no pudo aplicarse bajo condiciones de doble o simple ciego. Los participantes sabían que estaban en la intervención y podían intuir su objetivo. Un principio básico en este tipo de estudios es evitar que los participantes conozcan o adivinen la condición en la que se encuentran o el propósito de la intervención. En este caso, lograrlo era prácticamente imposible. Los propios autores lo reconocen en el apartado de limitaciones al afirmar que "el comportamiento de los participantes pudo verse afectado por la reactividad al ser monitorizados y por la autoselección, lo que limita la validez causal". Sin embargo, reconocerlo no soluciona un problema que afecta directamente a las conclusiones, mucho más visibles que las limitaciones en el cuerpo y el resumen del artículo. 

La tercera limitación es la ausencia de un grupo control. Esto significa que la reducción de síntomas ansioso-depresivos podría deberse a factores externos, como la remisión espontánea, y no necesariamente a la intervención. En consecuencia, no es posible establecer inferencias causales”. 

¿Qué relevancia tiene este estudio en la práctica clínica? 

“Desafortunadamente, en términos prácticos y clínicos, su relevancia es muy modesta, y existe el riesgo de que se sume a la larga lista de trabajos poco concluyentes y fácilmente sobreinterpretados que abundan en este campo.  

El principal mérito es metodológico, gracias al uso de EMA y de indicadores objetivos de uso. En cuanto a los efectos, se puede concluir que las personas que ya valoran negativamente su uso del móvil y de las redes sociales, y que presentan altos niveles de insatisfacción, podrían beneficiarse de reducirlo. En la población general, sin embargo, una intervención de este tipo tiene, en el mejor de los casos, un efecto casi imperceptible. Con toda probabilidad, los sesgos de expectativas, la autoselección y la falta de grupo control inflan los resultados, que ya de por sí son pequeños. Esto permite concluir que los hallazgos sugieren más bien lo contrario de lo que se afirma: las intervenciones masivas para reducir el uso de redes sociales o dispositivos móviles tienen muy pocas posibilidades de ser eficaces o costo-eficientes".

No declara conflicto de interés
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Josep Maria Suelves

Investigador del Behavioural Design Lab en el UOC eHealth Center, vocal de la junta directiva de la Sociedad de Salud Pública de Cataluña y de Baleares y vicepresidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo

Science Media Centre España

El acceso a las redes sociales y otros contenidos publicados en internet mediante teléfonos inteligentes es un avance significativo en términos de acceso a la información y el conocimiento, la interacción con otras personas y el entretenimiento. Sin embargo, el uso frecuente y prolongado de estas herramientas puede interferir con comportamientos saludables como la actividad física, las relaciones personales, los hábitos de sueño y alimentación, o aumentar la exposición a influencias sociales negativas, lo que plantea riesgos para la salud derivados del sedentarismo, el descanso insuficiente, el aislamiento social o incluso trastornos mentales como la depresión o las adicciones. En el estudio que acaban de publicar Calvert y colaboradores, se analizó la asociación entre diferentes medidas objetivas del uso de diferentes redes sociales, un cuestionario de uso problemático de redes sociales (PUSN, Problematic Use of Social Networks) y varias escalas que evaluaban síntomas de depresión, ansiedad, insomnio y soledad en una muestra de jóvenes de 18-24 años durante un periodo de dos semanas. Posteriormente, los participantes fueron invitados a pasar una semana de ‘desintoxicación’ en la que debían reducir el acceso a redes sociales. 

Los resultados del estudio mostraron que la disminución del uso de redes sociales se asoció con reducciones de los síntomas de mala salud mental principalmente entre quienes habían sido identificados previamente como usuarios problemáticos mediante el cuestionario PUSN. Además del impacto sobre la salud mental, sería interesante conocer el impacto de la reducción del uso de las redes sociales sobre otros de sus potenciales efectos negativos –nada infrecuentes– como el aumento del sedentarismo o la reducción de las horas de descanso y de las interacciones personales.

Declara no tener conflicto de interés
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Ignacio Morgado

Catedrático emérito de Psicobiología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y miembro numerario de la Academia de Psicología de España

Science Media Centre España

Aunque los resultados de este estudio eran previsibles y, hasta cierto punto conocidos o sospechados, no deja de ser interesante como base científica y experimental de esa sospecha y como aliciente clínico y social en la promoción del uso moderado de los media informativos como factor determinante de la salud mental de jóvenes y mayores.

No declara conflicto de interés
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    • Artículo de investigación
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Social Media Detox and Youth Mental Health
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    • Estudio experimental
    • No aleatorizado
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Revista
JAMA Network Open
Fecha de publicación
Autores

Elombe Calvert et al.

Tipo de estudio:
  • Artículo de investigación
  • Revisado por pares
  • Estudio experimental
  • No aleatorizado
  • Humanos
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