¿Son los fenómenos meteorológicos extremos la única amenaza del cambio climático?

Pese a las abrumadoras evidencias, los mensajes negacionistas del cambio climático han encontrado su altavoz en determinadas redes sociales. En esta estrategia de desinformación cobra importancia el intento de desprestigiar a la comunidad científica, en general, y a las personas que investigan el clima o que se dedican a elaborar predicciones meteorológicas, en particular. Sin embargo, el estudio del clima, la predicción y vigilancia de los fenómenos meteorológicos adversos redundan en el bienestar de toda la sociedad. 

20/03/2025 - 09:30 CET
DANA

Vista del polígono industrial de Sedaví (Valencia) anegado a causa de la dana de Valencia del 29 de octubre de 2024. EFE/Miguel Ángel Polo.

España es un país acostumbrado a los fenómenos meteorológicos extremos. Por nuestra situación geográfica, históricamente hemos tenido que lidiar con olas de calor y de frío, fuertes temporales de viento y de oleaje, lluvias torrenciales, nevadas copiosas y sequías muy intensas. Estas inclemencias meteorológicas, que siempre han existido, están incrementando su frecuencia e intensidad como consecuencia del cambio climático antropogénico. 

Sin duda, uno de los aspectos más palpables de este cambio climático es el aumento de la temperatura a escala global y que también se observa en nuestro país. En España, se cifra en más de 1,5 ºC el aumento de temperatura experimentado desde los años 60 del siglo XX.  

Esa cifra, que puede no parecer muy importante, encierra detrás de sí un incremento significativo de los días en los que nos encontramos bajo ola de calor: cada década que pasa, en nuestros veranos se incrementa en tres días la duración de las olas de calor. Pero también afectan a zonas más amplias y, por supuesto, son más intensas; estos episodios de calor extremo dan una vuelta de tuerca cada decenio y aumentan su temperatura alrededor de tres décimas de grado. Huelga comentar el impacto de las olas de calor en la salud de las personas, con miles de fallecidos atribuibles a las altas temperaturas, así como en el medioambiente: las sequías se exacerban y aumenta exponencialmente el riesgo de incendios. 

Pero también está cambiando la forma de llover. Si bien, en términos absolutos, la cantidad de lluvia que recogemos en la península ibérica es, a grandes rasgos, aproximadamente la misma que a comienzos del siglo XX, no podemos obviar que hay diferencias: en el sur de nuestro territorio se observa que llueve menos, especialmente en invierno; además, hay indicios de que los períodos secos son más largos y que, cuando llueve torrencialmente, lo hace con más virulencia. Algo que tiene todo el sentido físico, puesto que el cambio climático provoca que exista más energía disponible en nuestros mares y en la atmósfera, que, con las condiciones adecuadas, se puede traducir en enormes cantidades de precipitación en poco tiempo.  

Las sequías son también más largas y a ellas hay que añadir la componente de subida de temperaturas: a igualdad de escasez de precipitaciones, una sequía actual es más severa que si se hubiese producido en décadas pasadas, porque las temperaturas más altas favorecen la evaporación y, por lo tanto, hay menos recursos hídricos disponibles para los ecosistemas

El incremento de estos fenómenos adversos guarda una relación directa con el cambio climático antropogénico, como lo atestiguan las evidencias científicas

El incremento de todos estos fenómenos adversos, y otros que no nos afectan (por ahora) directamente, como la mayor ocurrencia de ciclones tropicales más intensos, guarda una relación directa con el cambio climático antropogénico. Así lo atestiguan las evidencias científicas, que ponen de manifiesto cómo esas amenazas naturales ya son más frecuentes e intensas y lo seguirán siendo (si no ponemos remedio, todavía mucho más) en el futuro. 

Pero el título de esta tribuna plantea una pregunta que traemos ahora a colación: ¿son los fenómenos meteorológicos extremos la única amenaza relacionada con el cambio climático? ¿A dónde queremos llegar con esta cuestión? 

Los efectos adversos del negacionismo 

Sabemos que desde que la comunidad científica comenzó a alertar del calentamiento global surgieron voces negando que se estuviese produciendo tal fenómeno; después, que fuese de origen humano; ahora, se niega que “sea para tanto” o se retuerce la información afirmando que “siempre ha habido cambios climáticos”. Claro que los ha habido. Pero ninguno tan rápido como el actual, que impide que los ecosistemas y, tal vez, el propio ser humano, seamos capaces de adaptarnos a la velocidad de los cambios. 

Pese a las cada vez más abrumadoras evidencias, los mensajes negacionistas no solo no han cesado, sino que han encontrado un altavoz importante en determinadas redes sociales, amparados en muchas ocasiones en el anonimato y replicados por ejércitos de bots o cuentas falsas. Y aquí nos encontramos con la otra amenaza a la que hacemos referencia en el título: no solo hemos de hacer frente a los efectos adversos del cambio climático, sino también a su negación. 

Los países occidentales, incluida España, identifican la desinformación como una de las mayores amenazas actuales para sus sistemas democráticos. “Noticias falsas” que extienden sus tentáculos a todos los temas de actualidad y para las que el cambio climático no es una excepción. Si negamos la existencia de un problema, en este caso el incremento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos adversos, difícilmente vamos a poder encontrar una solución y ni siquiera seremos capaces de trabajar en la adaptación. 

Pero hay más: en esta estrategia de desinformación tiene un papel destacado el intento de desprestigiar a la comunidad científica en general y, en el caso que nos ocupa, a las personas que investigan el clima o que se dedican a elaborar predicciones meteorológicas. Las formas de llevarlo a cabo son diversas: se puede comenzar con noticias, en principio, inocentes o incluso que nos parecen simpáticas, como que un joven es capaz de anticiparse a todo un servicio meteorológico previendo una gran nevada que, al parecer, solo él fue capaz de ver y, además, “observando la naturaleza”. David contra Goliat. La pureza de la tradición frente a la obscenidad de la modernidad. El campo contra la ciudad. Lástima que todo sea un gran bulo. Pero a fuerza de repetirlo, mucha gente puede llegar a pensar: si solamente observando la naturaleza se puede predecir una gran nevada, ¿para qué necesita Aemet decenas de millones de euros al año? Por cierto: los modelos de predicción basados en la ciencia sí predijeron la nevada con varios días de antelación. 

En las redes sociales el colectivo de profesionales de la meteorología somos objeto de mensajes de odio e incluso de amenazas directas

Además de la amenaza que suponen estos mensajes, en las redes sociales el colectivo de profesionales de la meteorología somos objeto de mensajes de odio e incluso de amenazas directas. Muchas se amparan en el anonimato y generalmente no les damos importancia. Pero cuando son más numerosas o suben de tono, no podemos dejar de inquietarnos y pensar “¿y si alguien, uno solo, pasa de las amenazas a la acción?”. Estas amenazas han llegado a proferirse por personajes muy mediáticos, que han puesto en entredicho el trabajo de grandes profesionales de la meteorología dando nombres y apellidos y diciendo que “tendrán que pagarlo”. 

Y, siendo esto muy grave, lo más preocupante de todo para mí —la mayor amenaza— reside en los intentos de desprestigio que proceden de quienes, en teoría, deberían velar por que una institución científico-técnica, como Aemet, hiciese su trabajo de la mejor manera posible en una de las catástrofes naturales más trágicas en España de las últimas décadas, sin recibir presiones ni desviar la atención de lo que debe ser su principal función: proteger vidas y bienes. Todos aceptamos las críticas constructivas y hemos de reflexionar sobre qué hacer para que algo como lo pasado no vuelva jamás a ocurrir, pero recurrir a los bulos y a la desinformación supone cruzar una línea roja de peligrosas consecuencias. 

Esta manera de actuar me parece una amenaza comparable a la del propio fenómeno natural, esa dana que provocó lluvias torrenciales de fuerza inusitada, muy probablemente potenciadas por la energía extra que proporciona el cambio climático antropogénico. Digo comparable porque tratar de desacreditar a un servicio meteorológico es peligroso: si ese mensaje cala en un determinado sector de la población, en el futuro estas personas pueden reaccionar con indiferencia, incluso desdén, ante los avisos de fenómenos meteorológicos adversos, sin que tomen las medidas de protección adecuadas.  

Además, se desvía el foco de lo importante, que es tratar de analizar lo sucedido en la gestión de la emergencia para que lo ocurrido el fatídico 29 de octubre no vuelva a suceder nunca más. Es una pérdida de tiempo estéril. Sería mucho más positivo empezar a proponer soluciones y no descargar responsabilidades en otros. 

Una mayor inversión que beneficia a la sociedad 

En cualquier caso, en la Agencia Estatal de Meteorología seguimos trabajando para mejorar y adaptar nuestros sistemas de predicción y vigilancia del tiempo a las tecnologías más punteras: la red de radares está en un proceso de modernización y expansión, con una renovación completa de los 15 radares existentes y la instalación de otros cuatro. Supone una inversión superior a los 64 millones de euros que permitirá monitorizar las tormentas con mayor precisión. Esta red de radares se complementará con el despliegue de nuevas estaciones meteorológicas automáticas. Ambas actuaciones se integran en un proyecto de gran envergadura que lleva años gestándose. 

Se trabaja también en la mejora de las prestaciones de supercomputación, lo que permitirá una mayor potencia de cálculo y unos modelos de predicción meteorológica de mayor resolución. A todo esto, hay que añadir la presencia ya en nuestros cielos de la tercera generación del Meteosat, gracias al programa de satélites meteorológicos de Eumetsat, al que España aporta a través de Aemet más de 40 millones de euros al año. Y, paralelamente, el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo, consorcio internacional que desarrolla los modelos de predicción más avanzados del mundo, ya está trabajando en la implementación de la inteligencia artificial en estos modelos, lo que supondrá un avance de gran importancia, especialmente en la optimización de recursos.  

 El estudio del clima, la predicción y vigilancia de los fenómenos meteorológicos adversos suponen una gran inversión de recursos que redundan en el bienestar de toda la sociedad

Está claro que el estudio del clima, así como la predicción y vigilancia de los fenómenos meteorológicos adversos supone una gran inversión de recursos, que redundan en el bienestar de toda la sociedad. Todos hemos de ser conscientes de la importancia de los servicios meteorológicos públicos para llevar a cabo esas tareas y por eso pido que todos rememos en la misma dirección.  

En los últimos meses hemos visto que, por desgracia, no ha sido así. Pero, al mismo tiempo, quienes trabajamos en Aemet hemos sentido el cariño y el apoyo de muchos colegas de profesión, también desde ámbitos alejados de la meteorología y de multitud de personas anónimas que nos han apoyado en las redes sociales. En nombre de mis colegas, y el mío propio: ¡muchas gracias! Somos un millar de profesionales que trabajamos con honestidad para hacer frente a las amenazas del cambio climático. Esperemos que, de ahora en adelante, solo nos tengamos que enfrentar a las estrictamente meteorológicas. 

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Rubén del Campo
Sobre el/la autor/a: Rubén del Campo

Meteorólogo y portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet)

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