La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) ha elaborado un informe que recoge los resultados de una encuesta pionera en el país sobre las actitudes populistas relacionadas con la ciencia. La investigación explora, entre otras cuestiones, el consumo de información científica, las percepciones públicas sobre el papel de la ciencia en la política y la sociedad, los beneficios de la ciencia, las actitudes hacia tecnologías como las vacunas y temas como el cambio climático.
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Ana Muñoz van den Eynde - populismo científico
Ana Muñoz van den Eynde
Científica titular de Organismos Públicos de Investigación y responsable de la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CIEMAT
Me parece un estudio muy interesante y necesario y me alegra saber que España ha participado en el proyecto TISP. El informe proporciona, mayoritariamente, resultados descriptivos, pero sería muy interesante que se pudiera complementar con estudios para explicar los resultados y tratar de entender qué hay detrás de toda la información recabada. Por ejemplo, en el estudio se detecta la falta de confianza en las acciones del Gobierno en relación con el cambio climático, pero, en un contexto de altísima polarización política como en el que nos encontramos, me pregunto si las respuestas tienen que ver realmente con el cambio climático o suponen, en realidad, una opinión sobre la acción del gobierno en general.
Me resulta llamativa la brecha entre las prioridades de la población respecto a lo que la ciencia debe investigar y la percepción de cuáles son las prioridades de los y las científicas. Creo que esta brecha es importante y sugiere que la relación de la sociedad con quienes se dedican a ella es compleja y no tan positiva como parecen reflejar otras preguntas. Esto es una prueba de que la imagen que obtenemos depende en gran medida de qué preguntemos y cómo lo hacemos.
Por otro lado, muestra también que la salud es una preocupación fundamental para la sociedad; sin embargo, la ciencia no puede dedicarse solo a investigar en ese ámbito. Me habría gustado ver qué pasa si se hace referencia a la ‘ciencia básica’, para ver si la población prima la investigación aplicada. Por otro lado, me ha sorprendido ver que la gente cree que para la ciencia la investigación en defensa es prioritaria.
Por lo que respecta a las preguntas para medir la relación de la ciencia con la política, que son una novedad y tienen mucha relevancia en un momento como el actual, en el que se está insistiendo en que la ciencia debe contribuir a definir las políticas públicas, en los resultados proporcionados se aporta evidencia adicional a otra brecha importante, la que hay entre el apoyo a que se use el conocimiento científico para la elaboración de políticas, y la conexión entre ciencia y política. Es decir, la gente parece querer que el conocimiento científico se tenga en cuenta, pero no parece querer que quienes se dedican a obtenerlo tengan conexión con la política. Esto me parece preocupante porque me hace pensar que la población sigue concibiendo a las y los científicos como personas distantes y al margen del mundo real, con el que no deben tener conexión para no ‘corromperse’. Y esto me parece preocupante.
Al mismo tiempo, las personas parecen estar de acuerdo con frases contradictorias. Por ejemplo, el patrón de respuestas al acuerdo/desacuerdo con la frase “Los/as científicos/as deberían estar más involucrados/as en el proceso de elaboración de políticas públicas” es muy similar al de la frase “Los/as científicos/as deberían permanecer independientes respecto al proceso de elaboración de políticas públicas”, cuando deberían ir en sentido opuesto.
Por otro lado, la media de las respuestas en una escala de 1 a 11 ante la afirmación “Los científicos solo deben comunicar resultados seguros” se sitúa en el 7,6. Este resultado me parece interesante y preocupante al mismo tiempo. Creo que refleja tres cuestiones. Primero, las dificultades de la población, evidenciadas durante la pandemia, para aceptar que la ciencia ofrece resultados provisionales y se va construyendo sobre la marcha. Es preocupante porque parece indicar que se busca que la ciencia proporcione certezas, y se acepta en la medida en que pueda hacerlo. Segundo, porque refleja el desconocimiento de la naturaleza de la ciencia en la población. Este resultado coincide con algunos de los estudios que hemos realizado en la Unidad de Investigación en Ciencia y Sociedad (UICTS) del Ciemat en los que, por ejemplo, encontramos que las frases “La ciencia se equivoca” o “Las respuestas de la ciencia son provisionales”, en contra de lo que habíamos previsto, solo encajaban en los modelos planteados si los incluíamos como indicadores de actitud negativa hacia la ciencia. Tercero, la dificultad para aceptar que en muchas ocasiones la ciencia tiene que proporcionar evidencia en contextos de gran incertidumbre en los que, además, los riesgos son altos y las decisiones difíciles (como el que constituyó la pandemia). Si la población no acepta esto, volveremos a encontrarnos en problemas en una situación equivalente. Y no podemos olvidar que los populismos, también el populismo relacionado con la ciencia, se nutren del desconcierto y la ansiedad de la población en situaciones de incertidumbre.
Por último, la puntuación media en la misma escala de 1 a 11 de la frase “La investigación científica solo sirve para enriquecer a las farmacéuticas” se sitúa en el 4,6. No es muy alta, afortunadamente, pero no es desdeñable, e incide también en algunos de los resultados obtenidos por la UICTS. Creo que hace referencia a la preocupación por lo que podemos llamar la ciencia instrumental, orientada a la obtención de beneficios. Y la actitud hacia ese tipo de ciencia es esencialmente negativa.
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