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Vacunas contra el cáncer: qué son, qué no son y en qué momento estamos

En los medios proliferan noticias sobre vacunas contra el cáncer. Sin embargo, solo una como tal fue aprobada –contra el cáncer de próstata metastásico– y ya no se usa. ¿Están justificadas la atención y las esperanzas? ¿En qué consisten y en qué se parecen a las tradicionales? ¿Son preventivas o terapéuticas? ¿Pueden ser universales o, en cambio, serán extremadamente personalizadas? ¿Cuánto costarán? Esto es lo que sabemos a día de hoy.

04/02/2023 - 08:30 CET
 
vacuna ARN

Las vacunas de ARN, que protagonizaron la lucha frente a la covid-19, se ensayan también contra el cáncer | Adobe Stock.

Qué son las vacunas contra el cáncer

Son una forma de inmunoterapia que estimula y ‘educa’ a nuestras defensas para que se dirijan contra un tumor. Su funcionamiento es, en cierto modo, similar al de las vacunas tradicionales contra microorganismos como virus y bacterias: el objetivo de ambas es que el sistema inmunitario reconozca partes del objetivo a eliminar —los llamados antígenos, se active y sea más eficaz a la hora de luchar contra él.

Una diferencia fundamental, sin embargo, es que los microorganismos son agentes extraños, mientras que los tumores surgen de células propias. Esto complica el diseño de vacunas contra el cáncer, ya que es más fácil dirigir las defensas contra algo que no se parece en nada a aquello a lo que están acostumbradas.

En un terreno intermedio entre ellas están las vacunas contra virus capaces de provocar tumores, como el virus del papiloma humano (VPH) o el de la hepatitis B. Cuando nos referimos a vacunas contra el cáncer, solemos hacerlo generalmente a las que se dirigen directamente contra el tumor.

¿Son preventivas o terapéuticas?

Mientras que las vacunas contra microorganismos son fundamentalmente preventivas (funcionan evitando la infección o haciendo que, si esta acaba sucediendo, sea menos grave), la mayor parte de los ensayos con vacunas contra el cáncer se hacen para tratar un tumor que ya se ha desarrollado. Aunque también hay estudios con vacunas preventivas, estos son más escasos y se enfrentan a más dificultades: por un lado, el nivel de seguridad tiene que ser aún mayor, pues se administrarían a personas sanas; por otro, el hecho de que cada tumor tenga características propias complica la posibilidad de hacer vacunas eficaces adelantándose a su aparición.

Una de las opciones que ese está explorando es la de ensayar vacunas preventivas en personas con un riesgo muy alto de desarrollar ciertos tipos de tumores. Es lo que sucede, por ejemplo, en el síndrome de Lynch, un trastorno hereditario que aumenta el riesgo de sufrir tumores como el de colon.

¿Qué tipos de vacunas contra el cáncer hay?

Se están ensayando múltiples formas de vacunas. La idea general es presentar antígenos del tumor a nuestras defensas, hacerlas reaccionar y que se dirijan con fuerza contra él. Para ello se pueden usar, por ejemplo, proteínas, ADN o ARN —como usan las vacunas de Moderna y Pfizer contra la covid-19, y que aprovecharon la tecnología que ya se estaba ensayando contra el cáncer—.

También pueden utilizarse las llamadas células dendríticas —muy importantes en la coordinación de las defensas—, que se extraen del paciente, se entrenan en el laboratorio y se reinyectan posteriormente. Incluso se está probando a activar y educar el sistema inmunitario potenciándolo directamente, sin necesidad de extraer células, y que él mismo aproveche mejor la propia presencia del tumor para entrenarse. Bajo el paraguas común de la idea general caben muchas formas diferentes.

¿Qué tipo de vacuna ofrece más esperanzas?

Como comentaba en una sesión informativa organizada por el SMC España con periodistas Ignacio Melero, catedrático de Inmunología de la Universidad de Navarra, investigador del CIMA y codirector del departamento de Inmunología e Inmunoterapia de la Clínica Universidad de Navarra, hay muchas expectativas puestas en las vacunas de ARN que usan lo que se conoce como neoantígenos. Estos son partes del tumor que han surgido en él pero que no están en las células sanas, lo cual puede permitir dirigir una respuesta más potente y, teóricamente, con menos efectos secundarios.

En la oportunidad, sin embargo, está también la penitencia: sería necesario identificar esos nuevos antígenos candidatos cada vez, porque pueden ser diferentes en cada paciente. Sería la expresión máxima de la medicina personalizada, ya que se diseñarían vacunas que servirían exclusivamente para una persona. Eso no solo implicaría un tiempo de preparación, sino que podría disparar también los precios: “Me aterra pensar cuánto podrían llegar a costar”, reconocía Melero, “aunque también confío en que, si llegan y son realmente efectivas, los procesos se automatizarán y abaratarán. Esa es al menos mi esperanza”.

Hemos oído hablar de vacunas universales contra el cáncer pero, ¿esto es posible?

En algunas ocasiones han aparecido noticias hablando de vacunas universales, como si pudieran servir contra cualquier tipo de tumor. A veces estas noticias han surgido a raíz de las vacunas de ARN con neoantígenos. Sin embargo, lo universal aquí no es la vacuna, sino la herramienta, porque permite diseñar casi cada antígeno que se requiera. En realidad, y como ya hemos explicado, esas vacunas son casi lo opuesto al concepto de universal, porque serían extraordinariamente únicas y personalizadas.

¿Es entonces un sueño imposible alcanzar una vacuna así? “Si me lo hubieran preguntado hace unos años, diría que sí”, afirmaba Melero. “Sin embargo, hemos visto en los últimos tiempos casos de éxitos parciales vacunando contra proteínas que son las que usa el tumor para frenar al sistema inmunitario y que pueden estar presentes en diferentes tipos de tumores”.

Esto alienta las esperanzas, pero es difícil que sean completamente universales y, en cualquier caso, se ensayan en combinación con otros tratamientos: no parece que vayan a bastar por sí solas, sino que aumentarían la eficacia de otros tipos de inmunoterapia.

Ahora mismo solo hay una vacuna aprobada y ya no se usa, ¿por qué? ¿Es razonable tanta expectación?

“En realidad, la historia de la vacunación contra el cáncer es una larga historia de fracasos”, reconocía Melero. La única vacuna aprobada funcionaba contra el cáncer de próstata metastástico, “pero ya no se usa porque era un procedimiento muy complejo y surgieron otros tratamientos más fáciles de administrar”. De hecho, la empresa que la comercializaba quebró.

Desarrollar vacunas eficaces no es sencillo por muchos motivos. Uno de ellos es que hay que identificar y seleccionar antígenos que provoquen una respuesta. Pero también que hay que vencer los frenos que los tumores suelen imponer a nuestras defensas.

La expectación, sin embargo, parece justificada, teniendo en cuenta los más de 300 ensayos clínicos que hay ahora mismo en marcha. Los motivos son el aumento de conocimiento sobre la inmunidad y la inmunoterapia y las formas de hacer reaccionar a las defensas, junto con las mejoras en las tecnologías que permiten identificar las mejores dianas y hacerlo a mayor velocidad.

¿Podemos esperar que se aprueben nuevas vacunas contra el cáncer a corto o medio plazo?

A finales de 2022, las compañías Moderna y Merck (MSD) anunciaban mediante una nota de prensa los resultados de un ensayo en fase 2b de su vacuna basada en ARN y neoantígenos contra el melanoma. Destinada a un grupo concreto de pacientes con alto riesgo de recaída tras ser operados, el riesgo de recidiva o de muerte se reducía un 44 % durante el primer año. Si se confirmaran estos resultados en la siguiente fase de ensayos clínicos, es posible que fuera la siguiente vacuna en aprobarse. Las compañías Roche y BioNTech están probando una estrategia similar con varios tipos de antígenos.

El melanoma es el tipo de tumor donde más se está investigando y se están obteniendo más resultados, porque acumula muchos cambios y eso facilita el diseño de las vacunas.

¿Qué futuro es razonable esperar?

Lo más probable es que algunas vacunas entren a formar parte de las herramientas de las que disponemos para tratar ciertos tipos de cáncer y que se apliquen en combinación con otras terapias. Melero usa esta analogía: si las defensas fueran un coche, “las vacunas permitirían arrancar el motor, pero una vez arrancado hay que soltar los frenos y, si es posible, pisar el acelerador”.

El mensaje final del científico, aun teniendo en cuenta la historia de fracasos y la dificultad de la empresa, es esperanzador: “La inmunoterapia es un campo apasionante y esperamos avances importantes en herramientas diferentes. En los últimos diez años el desarrollo ha sido vertiginoso y creo que lo mejor está por llegar. La prueba es que en los años 90 solo nos dedicábamos a esto unos pocos; ahora ha atraído al mejor talento y una gran inversión”, concluye.

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