Las olas de calor como la vivida hace solo unas semanas en la península ibérica, que la evidencia científica atribuye al cambio climático, van a ser cada vez más frecuentes. Estos fenómenos afectan a nuestra salud, según revelan estudios como el recientemente publicado por el epidemiólogo Manuel Franco, que evalúa el efecto de las olas de calor sobre la incidencia de enfermedades cardiovasculares en adultos de Madrid. De ese estudio se concluyó que el efecto es peor en poblaciones vulnerables y en barrios empobrecidos, explicó el investigador en una sesión informativa organizada por el SMC España el pasado 10 de mayo.
Franco y su equipo, que se dedican a indagar en los factores sociales que determinan la salud de las poblaciones y sus desigualdades, han utilizado los datos de Atención Primaria procedentes del proyecto Heart Healthy Hoods, financiado por el European Research Council (ERC). “Hemos estudiado cómo se relacionaron las olas de calor de 2015 a 2018 con primeros casos de enfermedad cardiovascular —infarto de miocardio, ictus, angina, etc.—. Lo analizamos por nivel socioeconómico del individuo y por barrios. Vimos que los que tenían mayor riesgo eran los hombres inmigrantes —que trabajan más expuestos al calor, al aire libre— y que, cuanto más pobre es un barrio, hay más casos de enfermedad cardiovascular. Una vez más, el efecto en salud de cualquier exposición no es igual para todos, sino que hay un gradiente social de la enfermedad y, en este caso, en Madrid, que es una ciudad especialmente desigual, tenemos más enfermedad en aquellos lugares y personas con menos nivel socioeconómico. Cada vez el cambio climático y las olas de calor tienen más que ver con las enfermedades comunes”, destacó Franco.
Vivienda, pobreza y salud
El epidemiólogo, investigador en las universidades de Alcalá y Johns Hopkins, subrayó otro resultado de sus trabajos: “Hemos encontrado más mortalidad por temperaturas extremas en aquellas personas que viven en barrios con viviendas más envejecidas, y esto es importante ahora que todo el mundo está hablando de vivienda, que es un tema clave para el cambio climático”.
En ciudades, tenemos un espacio público dominado por el vehículo motorizado y el asfalto, que acumulan calor durante el día y van desprendiéndolo durante la noche
Marta Olazabal
La adaptación de los edificios es parte del trabajo que realiza Marta Olazabal, jefa del Grupo de Investigación en Adaptación al Cambio Climático del Basque Centre for Climate Change (BC3) y experta en gobernanza climática urbana. “Necesitamos invertir en aislamiento para mejorar las condiciones de confort térmico dentro de la edificación”, afirmó durante la sesión informativa. Pero esta es solo una de las medidas de adaptación al cambio climático en las ciudades. “Antes se ponía la atención en la mitigación, en cómo reducir emisiones mejorando el transporte y la eficiencia energética de la edificación, y ahora, después del acuerdo de París, se insiste en la adaptación, en la que curiosamente los más importantes son también los sectores de edificación y movilidad", expuso.
“En ciudades, tenemos un espacio público dominado por el vehículo motorizado y el asfalto, que acumulan calor durante el día y van desprendiéndolo durante la noche, de modo que sufrimos noches tropicales. Cuantas menos sombras y menos infraestructuras verdes, más islas de calor tenemos, y este es uno de los ámbitos en los que es imprescindible que se actúe a nivel de ciudad, no solamente con hierba cortadita, sino con biodiversidad, humedad, zonas de confort, sombreados y especies de árboles que requieran poca agua”, propuso.
El calor aísla a las personas mayores
Sobre las noches tórridas, Franco recordó: “En estudios cualitativos, participativos, los ciudadanos de Barcelona nos contaban que el horror eran los 25 ºC por la noche y pasar varias semanas sin poder dormir. Esto no solo incide en la salud cardiovascular, sino también en la salud mental; nos encontrábamos con gente desorientada, aturdida, con nostalgia y síntomas depresivos”, añadió.
“El ejemplo monstruoso que vimos tanto en Madrid como en Barcelona era cuando la gente mayor, de más de 70 años, te decía que para salir a dar un paseo y socializar, tenían que ir a desayunar con sus amigas a las 8 de la mañana o a tomarse algo a las 10 de la noche, y el resto del día lo único que hacían era sobrevivir en sus casas como podían, hay algunos que tienen aire acondicionado y otros que no”, continuó Franco.
¿Sirven los refugios climáticos?
Olazabal, que ha recibido una subvención del Consejo Europeo de Investigación (ERC) para su proyecto IMAGINE Climate Change Adaptation in Urban Areas, es crítica con la idea de confiarlo todo a los refugios climáticos: “Son medidas de último recurso. La razón por la que necesitamos refugios climáticos es porque la edificación actual y el espacio público no son capaces de proteger a las personas que, en su casa, en olas de calor, viven a más de 35 ºC y eso es insufrible, durante el día y durante la noche. Lo que necesitamos con urgencia, debido a la emergencia climática, es invertir, atender las causas de la pobreza energética y las condiciones de la edificación para poder atacar los problemas de raíz", insistía.
“Yo también soy muy crítico con este tema de los refugios climáticos —intervino Franco—. Suena fantástico en un titular político pero, ¿qué refugio climático es una biblioteca a la que no iba nadie antes y a la que nadie va a ir, que ni da servicio ni a los niños ni a los mayores, que son los que realmente sufren el cambio climático? De nada sirve tener abierto 16 horas al día durante el agosto un lugar que nadie va a utilizar”.
De la ciencia a las políticas locales
¿Qué ciudades españolas lo están haciendo mejor ante el cambio climático? “A mí me gusta la planificación climática de Barcelona, la gobernanza que tiene y cómo integran los temas climáticos dentro de sus políticas, no solamente la climática, sino también de movilidad y de sostenibilidad ambiental —opinó Olazabal—. También Pontevedra, que lleva años trabajando en mejorar la movilidad dentro de la ciudad, lo cual tiene muchísimos beneficios: emisiones, sostenibilidad, calidad de vida y adaptación al cambio climático, menos coches, menos asfalto, más infraestructura verde, más confort térmico fuera y, por ende, más confort también en el interior de los edificios, mejor calidad de vida, bienestar y salud”.
Lo que dice la ciencia es que lo importante es que tú tengas a 300 metros un espacio público verde, confortable, con sombra y que dé cobijo sobre todo a los más mayores, que son los que más se enferman y se mueren por calor
Manuel Franco
Sobre la aplicación de este tipo de medidas en política municipal, Olazabal dejó un mensaje: “Mi impresión es que las agendas verdes se alinean mucho con la política de de izquierdas y esto es un error. El interés por el bienestar, la salud y la calidad ambiental tiene que ser transversal, democrático, para todos, independiente del partido político. Esto no lo estamos gestionando bien en las agendas municipales”.
Franco, por su parte, destacó que, para crear políticas verdes, es indispensable tener en cuenta la desigualdad en el acceso a las medidas de adaptación: “De nada vale decir que Madrid es la ciudad con más árboles de de Europa si están concentrados en la Casa de Campo y El Pardo porque, ¿qué efecto tiene eso sobre la salud de todos los demás, que vivimos en un secarral de asfalto? Lo que dice la ciencia es que lo importante es que tú tengas a 300 metros un espacio público verde, confortable, con sombra y que dé cobijo sobre todo a los más mayores, que son los que más se enferman y se mueren por calor”.
Planes para las ciudades y estrategias contra la gentrificación
Sobre la normativa existente, Olazabal indicó que “en Europa existen planes estratégicos y España tiene un plan nacional. ¿Cuál es la diferencia entre España y otros países europeos? Hay más progreso en adaptación en aquellos países que tienen una regulación estatal que obliga a las ciudades a tener planes de adaptación a nivel local. Actualmente, la única legislación que se ha trasladado aquí aplica a las zonas de de emisiones; en adaptación al cambio climático no hay ninguna obligación para las ciudades”. La experta insistió en la importancia de que exista una legislación nacional que obligue a las ciudades a diseñar planes de adaptación: “Quizá en su primera generación esos planes no tengan la calidad deseada, pero en segunda o tercera generación esos planes cada vez van siendo más rigurosos, más robustos, se va generando conocimiento para averiguar las vulnerabilidades, evaluar el estado de la edificación, ver cómo la gente disfruta del espacio público”.
Según Olazabal, “las ciudades tienen que invertir tiempo y recursos en procesos de participación ciudadana para ver qué intervenciones son mejores en cada contexto. Hay intervenciones que no traen los beneficios deseados; también surgen procesos de gentrificación con un impacto en el mercado inmobiliario, suben los alquileres y las personas más vulnerables acaban marginándose". "Estamos aprendiendo de otras de otras ciudades europeas, pero no hay muchas experiencias en España”, señaló.
Hay mecanismos financieros para para bloquear el incremento de los alquileres, medidas preventivas que tienen que acompañar todas estas intervenciones en las que se mejore el espacio público
Marta Olazabal
Preguntada por el efecto gentrificador de las zonas verdes urbanas, la experta aclaró su postura: “Lo que no se debe criticar es la medida en sí, es decir, incrementar la infraestructura verde es bueno, pero hay que pensar cómo se diseñan esas estrategias. El problema es que normalmente se dirigen a los mismos barrios, a los mismos centros de las ciudades, y debería ser un trabajo estratégico de acupuntura de la ciudad para distribuir y mejorar la accesibilidad. Que unas zonas no se vean saturadas de todos estos espacios verdes, de juegos y de ocio, mientras que a otras zonas les dejemos toda la infraestructura motorizada que no queremos. Además, hay mecanismos de tipo financiero para para bloquear el incremento de los alquileres, medidas preventivas que tienen que acompañar todas estas intervenciones en las que se mejore el espacio público para que los agentes privados no las utilicen en su propio beneficio, sino que se beneficie todo el mundo”.
Que el centro educativo no sea un horno
Un colectivo que sufre especialmente los estragos de las olas de calor en España es la comunidad escolar. “Los patios escolares han sido un campo cuadrado de fútbol con dos canastas de baloncesto y cuando hay una ola de calor se vuelven insufribles. Además de introducir elementos verdes, sombreado y materiales distintos para que se puedan disfrutar, también hay algo que se está haciendo en algunas ciudades, no solamente promovido por las administraciones locales, sino también demandado por asociaciones de familias, que es la capacitación de las zonas de alrededor de los patios escolares para mejorar la calidad ambiental y el confort térmico”, señaló Olazabal.
Se ha hablado de los colegios como refugios climáticos, pero ¿cómo vas a llamar refugio climático a un sitio que es un asfaltado?
Manuel Franco
“En la Agencia de Salud Pública de Barcelona han trabajado mucho en el diseño del patio: más sombra, más parte húmeda y de arbolado, que haya fuentes, que no sean asfalto. Para los centros escolares no existe ninguna estrategia a nivel nacional en este aspecto. Hay ayuntamientos y asociaciones que tienen esto en su foco de de acción, no solo por el cambio climático, sino por calidad ambiental”, explicó Franco.
“Las escuelas públicas pueden tomar medidas si tienen financiación y hay una decisión política. Se ha hablado de los colegios como refugios climáticos, pero ¿cómo vas a llamar refugio climático a un sitio que es un asfaltado? Yo creo que las escuelas pueden ejercer ese papel si son rediseñadas, y esto no es carísimo”, continuó el epidemiólogo.
Intervenir para dar respuesta a toda la sociedad
Franco quiso concluir con esta reflexión: “No podemos vivir con la idea de que nos vamos a salvar los que tengamos aire acondicionado. Eso es absurdo. Lo que estamos viendo es que cada vez hay más gente afectada, que es la más vulnerable por cuestiones laborales, de edad o socioeconómicas, y tenemos que dar una respuesta al problema social, energético y climático. O atendemos a esa realidad o lo que estamos haciendo es salvarnos nosotros, que es una salida que ha ocurrido muchas veces en nuestra sociedad. Tuve la suerte y la desgracia de vivir el Katrina en Estados Unidos y allí se salvó el que tenía un 4x4; el que no lo tuvo no se salvó”.
No podemos desperdiciar oportunidades. Hay que trabajar en defender los barrios y las ciudades para las personas
Marta Olazabal
Para terminar, Olazabal quiso insistir en la importancia de las intervenciones urbanísticas a largo plazo: “Tenemos que darnos cuenta de que, si deciden intervenir en nuestra calle ahora, no van a volver a hacerlo en 15 o 20 años. Cuando veo una calle recién asfaltada en la que no han incluido ningún tipo de sombreado ni de infraestructura verde digo: ‘¿En qué estamos pensando?’ No tenemos conciencia de lo que nos viene y de cuáles son los elementos que realmente nos van a proporcionar calidad de vida. Cualquier oportunidad de intervenir en el espacio público es única para mejorar nuestro bienestar social y ambiental durante los próximos 20 años. No podemos desperdiciar ninguna de estas oportunidades. Hay que trabajar en defender los barrios y las ciudades para las personas”.