Los incendios forestales más frecuentes y severos aumentan la temperatura de la superficie terrestre expuesta un año después del fuego, según un análisis de datos de bosques obtenidos por satélite entre 2003 y 2016. En las últimas décadas, los grandes incendios han duplicado o triplicado su tamaño medio en el este de España, en Canadá y en el oeste de Estados Unidos, tal y como recoge la investigación publicada en Nature. Los autores piden que se tengan en cuenta sus efectos en la temperatura superficial a la hora de gestionar los bosques.
Eduardo Rojas Briales - incendios calentamiento
Eduardo Rojas Briales
Profesor de la Universitat Politècnica de València y subdirector general de la FAO
El fuego es un elemento determinante a la hora de considerar los efectos de los bosques sobre el clima, básicamente el balance de carbono y el albedo. Esta publicación analiza, mediante teledetección, los efectos a corto plazo de incendios prolongados en Norteamérica, Europa, Rusia y Australia.
Sin embargo, hay varios aspectos que tener en cuenta antes de considerar la dimensión temporal de la interpretación de los resultados, como la cuestión no resuelta del albedo de los bosques y su dependencia de la latitud, el hecho de que no en todas estas áreas —o incluso a nivel mundial— los incendios forestales muestren un aumento de la superficie afectada durante las últimas décadas pese a una clara tendencia hacia incendios más grandes o la fuerte relación de la intensidad de los incendios —al menos en los EE.UU. y la Europa mediterránea— con la extinción sistemática de todos los incendios forestales, en paralelo a un abandono prolongado sea activo o pasivo del territorio rural, incluida la gestión forestal.
El artículo emplea el término de especies frondosas, sin aclarar si se refiere a caducifolias o perennifolias, siendo esta una cuestión importante en relación con el comportamiento de los incendios y el albedo, así como una variable altamente dependiente del clima: en los climas más fríos solo existen caducifolios mientras que en los más cálidos, fundamentalmente perennifolios.
Por otro lado, se centra en regiones muy diferentes entre sí, desde el cinturón boreal, buena parte de las regiones templadas del hemisferio norte, la zona mediterránea europea y Australia, con un clima subtropical seco. Si bien es cierto que, excepto Rusia, todos los países son desarrollados, ni la densidad de población en comparable entre sí, ni la duración e intensidad de la colonización humana lo es y, sobre todo, su clima y, como consecuencia, su vegetación permiten comparativas entre estas regiones e incluso dentro de ellas (UE).
Para sacar conclusiones en un reto tan complejo e interrelacionado, es necesario integrar muchos conocimientos científicos procedentes de diferentes disciplinas, además de importantes cuestiones aún sin resolver. Por ejemplo, el hecho de que una mayor cubierta forestal podría aumentar el albedo mientras que, por el contrario, reduciría el calor retenido a nivel del suelo, al menos en latitudes bajas. En los bosques boreales, tras una perturbación provocada por el fuego, el viento o los insectos, se produce una fase pionera de frondosas caducifolias encabezadas por Betula (abedul) a la que, posteriormente, le sigue una fase más madura de coníferas. La gestión forestal, si se aplica, puede acelerar el proceso, con la entrada de las coníferas y, posteriormente, su crecimiento mediante claras, reforzando asimismo la resiliencia de los árboles.
Una estrategia basada en forzar el estadio pionero a largo plazo podría resultar bastante artificial. Por otro lado, su comportamiento frente al fuego no se debe simplificar en mejor o peor, sino que es simplemente diferente al de las coníferas, quemando preferentemente en primavera y a principios de otoño en caso de sequía, a diferencia de las coníferas que pueden quemar si las condiciones son propicias durante todo el año.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Modelización
Jie Zhao et al.
- Artículo de investigación
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