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Reacciones: un estudio muestra que los perros que viven cerca de Chernóbil son genéticamente únicos

Un trabajo ha analizado la genética de 302 perros que viven en zonas cercanas a la central nuclear de Chernóbil. Según el estudio, presentan diferencias genéticas según la distancia a la que viven respecto a la central y que los distinguen de otras poblaciones de perros. Los resultados se publican en la revista Science Advances

03/03/2023 - 20:00 CET
Perros en Chernóbil

Los perros de Chernóbil viven en diversos hábitats a lo largo de la zona de exclusión nuclear, incluidas las zonas boscosas alrededor de Prípiat y la ciudad de Chernóbil. / Jordan Lapier.
 

Reacciones

Chernóbil - Orizaola

Science Media Centre España

Este es un estudio descriptivo de la estructura de la población de perros asilvestrados en la Zona de Exclusión de Chernóbil. El estudio es interesante para conocer las dinámicas poblacionales de los perros de Chernóbil, pero dado que su diseño no incluye ninguna estimación de exposición a radiación, ni otros factores ambientales, no es posible estimar a partir de este trabajo ningún efecto de la exposición a radiación sobre ninguno de los parámetros estudiados. El artículo tiene bastante poco que ver con la nota de prensa con la que lo quieren promocionar [en la nota de prensa se atribuyen los cambios genéticos a la exposición a diferentes dosis de radiación]. 

El estudio hay que entenderlo como un estudio de dinámica poblacional en poblaciones pequeñas asilvestradas, fundamentalmente desconectadas de otras poblaciones similares por la escasa presencia humana (y por tanto de perros) a su alrededor. Gran parte de los resultados presentados se pueden explicar por el hecho de que la población de perros de Chernóbil sea una población que se origina a partir de un número bastante reducido de individuos y porque en la actualidad siga bastante aislada de poblaciones similares. 

El estudio presenta buena calidad en sus análisis genéticos, pero al no incluir ningún dato que refleje la exposición a radiación en los individuos estudiados, sus conclusiones no pueden ir más allá del análisis de las dinámicas de una población de vertebrados asilvestrados. Sería el equivalente a estudiar la estructura y la interconexión de las poblaciones de gatos callejeros de Madrid. 

Aporta la novedad del estudio de la interconexión entre los distintos grupos de perros de la Zona, lo que podría aportar información para su posible manejo. Al no estudiar de ninguna forma ningún parámetro en relación con los niveles de radiación que hayan podido experimentar esos perros a lo largo de su vida, no es posible concluir nada sobre los posibles cambios que hayan podido ocurrir a consecuencia de la exposición a radiación. 

Es importante señalar que el estudio se ha realizado entre 2017 y 2019, cuando los niveles de radiación en la Zona se han reducido más de un 90 % desde el momento del accidente, y los isótopos más dañinos para los organismos vivos, como el I-131 hace décadas que han desaparecido. 

Para poner el estudio en perspectiva, uno de los grandes grupos de perros estudiados, el de la ciudad de Chernóbil, se encuentra en la actualidad en un ambiente con niveles de radiación equivalentes a los que se pueden encontrar en la península ibérica de manera natural. Hoy mismo todas las estaciones de medición de la ciudad de Chernóbil registran menos de 0,25 microSv/h, valores que se encuentran de manera natural en amplias zonas de la zona centro y noroeste de la Península. 

Desde mi punto de vista hay muchas limitaciones para considerar el estudio como relevante desde el punto de vista de los efectos de la contaminación radiactiva sobre los organismos vivos. El principal, que no se mide la exposición a radiación en ninguno de los individuos estudiados, y por tanto hace que el estudio carezca de interés, como tal, desde el punto de vista radiológico.   

Un aspecto preocupante es el hecho de que los autores no parezcan distinguir entre los efectos iniciales del accidente y la situación actual, más de tres décadas después con un cambio radical en los niveles de radiación y la identidad de las sustancias radiactivas. En el artículo se insiste en que el accidente generó “una catástrofe ecológica de proporciones masivas” y “que muchas especies no se han recuperado de las consecuencias de la catástrofe” (sin aportar datos que respalden estas afirmaciones), ignorando los trabajos que indican que en la actualidad la Zona de Exclusión de Chernóbil es una de las mayores reservas naturales de Europa, ejemplo de procesos de renaturalización pasiva, y con ejemplos claros y abundantes de especies con incrementos poblaciones notables.

No declara conflicto de interés
ES

Chernóbil - James

James Smith

Profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido)

Science Media Centre España

Este estudio analiza la estructura de la población de perros en Chernóbil y concluye que tenían estructuras de población diferentes a las de otras dos poblaciones de perros que vivían en libertad. Sin embargo, es importante señalar que este estudio no vincula en modo alguno las diferencias en la estructura de la población canina con la radiación actual en Chernóbil. Solo muestra que hay una mezcla diferente de razas y familias en Chernóbil en comparación con los otros lugares, lo cual no es un hallazgo sorprendente dado que la población actual depende de la mezcla particular de razas que sobrevivieron al sacrificio de animales domésticos en 1986, así como a las introducciones posteriores.   

En mi opinión, el contexto de este trabajo está mal explicado. Por ejemplo, los autores afirman que "la abundancia de las poblaciones de animales salvajes dentro de la Zona de Exclusión de Chernóbil se redujo significativamente tras el accidente", citando los resultados de un pequeño estudio que, en mi opinión, tiene importantes defectos estadísticos (Moller y Mousseau, 2013; Beaugelin-Seiller et al. 2020) y que ha sido desmentido por estudios mucho más sólidos (Deryabina et al. 2015; Webster et al. 2016; Beresford et al. 2023).  

Creo que el artículo podría inducir a error al lector al afirmar que "aunque algunas especies parecen haberse recuperado —probablemente debido a la ausencia de perturbaciones humanas—, muchas no lo han hecho", citando un artículo dirigido por mí, cuando en realidad nuestro artículo no respalda en absoluto la afirmación de los autores de que muchas no se han recuperado.   

Me sorprende que los autores no indiquen claramente en el artículo que sus resultados no demuestran que la radiación esté causalmente relacionada con las diferencias en la estructura de la población de perros de Chernóbil. También me sorprende que el título del comunicado de prensa afirme que "Los perros de Chernóbil pueden ser genéticamente distintos debido a los diferentes niveles de exposición a la radiación", cuando el artículo no presenta pruebas que apoyen una relación causal entre la estructura de la población y la dosis de radiación.   

Eso no quiere decir que las dosis de radiación extremadamente altas en algunas zonas durante las primeras semanas después del accidente no pudieran haber tenido un impacto significativo en las poblaciones de animales domésticos y salvajes. La falta de pruebas en este trabajo tampoco demuestra que no hubiera efectos de la radiación sobre los animales en Chernóbil.

No declara conflicto de interés
ES

Stephen Chanock - Chernóbil

Stephen Chanock

Director del área de Epidemiología y Genética del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos

Science Media Centre España

Se trata de un magnífico estudio de los cambios en la genética de las poblaciones de perros del emplazamiento de Chernóbil y sus alrededores. Los autores han evaluado cuidadosamente cómo han cambiado los cambios en el parentesco bajo la presión de un entorno restringido, aquí impulsado por las zonas establecidas para contener a los animales que deambulan por regiones contaminadas por la radiación que persiste tras la deposición posterior al accidente de 1986. 

Este estudio es un primer paso para evaluar cómo y de qué manera la exposición a la radiación ionizante ambiental (en este caso Cesio-137) podría afectar a las generaciones posteriores, algo que no se informó —ni se evaluó— en este estudio de variantes comunes compartidas entre perros. Se trata de un estudio importante y riguroso que sienta las bases para estudiar si la exposición continuada a la radiación podría dejar cicatrices en el genoma, una cuestión acuciante para animales y humanos.  

El trabajo está bien realizado y aporta detalles fascinantes sobre poblaciones de perros sometidas a fuertes presiones. [Sin embargo] el diseño del estudio no permite explorar los cambios reales en el genoma debidos a una amplia exposición a la radiación. Es de esperar que el próximo estudio aborde esta cuestión, y es importante hacerlo en la misma población estudiada aquí para comprender mejor cómo afecta al genoma una exposición constante a la radiación ionizante ambiental. 

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