Un 23 % de la población mundial de más de 69 años vivirá expuesta a calor agudo en el año 2050, comparado con un 14 % en 2020, según estima un estudio publicado en Nature Communications. La investigación destaca el sur de Europa, parte de América del Norte y del Sur, del sureste asiático y toda Australia como áreas de “estrés creciente”, donde se solapan una mayor exposición al calor con un creciente envejecimiento de la población. Los efectos serán más severos en Asia y África, según el estudio.
240514 Calor y mayores - Cristina y Julio ES
Cristina Linares
Codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III y coordinadora científica del Observatorio en Salud y Cambio Climático
Julio Díaz
Codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III y coordinador científico del Observatorio en Salud y Cambio Climático
Pensamos que es un artículo interesante para tener una visión global sobre cuál va a ser la población mayor de 65 años afectada por determinadas temperaturas en diferentes escenarios de emisiones.
El problema que tienen estos estudios globales es que utilizan la exposición a temperaturas estándar para definir los días de ola de calor y su intensidad, independientemente de las características locales, que van más allá de temperaturas fijas y percentiles fijos. De hecho, en este artículo aparece: "we use the annual count of hot days (#HDs: days with maximum temperature exceeding 37.5° C) and the 95th percentile of the 20 y daily maximum temperature distribution (TMAX95)".
Estas definiciones no están alineadas con las de la OMS, que establece que para analizar los impactos en mortalidad de los días de ola de calor y la intensidad de esta, no se puede hacer en base a criterios meteorológicos exclusivamente, sino en base a relaciones epidemiológicas temperatura-mortalidad, ya que en la mortalidad por calor inciden más factores que no son solo la meteorología, como pueden ser el nivel de renta, condiciones socioeconómicas, demográficas, sanitarias o urbanísticas.
Por ejemplo, en España, según la definición de ola de calor establecida en este artículo, habría una persona en riesgo cuando según los valores del Ministerio de Sanidad no sería así. Por ejemplo, Badajoz, Córdoba, Sevilla y otras tienen una temperatura de definición de ola de calor por encima de 37,5 ºC. Es decir, en estas ciudades para temperaturas de 37,5 ºC de máxima diaria no hay un impacto en mortalidad significativo.
Por otro lado, definir la intensidad de la ola de calor en base a un percentil fijo (95 %) tampoco sería representativo para España donde, a nivel isoclimático en el 52,5 % de las regiones las temperaturas de definición de ola de calor están por debajo de ese percentil 95.
En resumen, el estudio presentado sirve para analizar el porcentaje de población mayor sometida a determinadas condiciones de temperaturas, pero no para inferir impactos en salud.
Simon Lloyd - calor gente mayor
Simon Lloyd
Investigador posdoctoral en ISGlobal especializado en clima y salud
Me alegra ver que este estudio bien realizado llama la atención sobre estos retos importantes. Como señalan los autores, siempre es necesario hacer suposiciones al proyectar posibles escenarios futuros.
[En este estudio] no fue posible tener en cuenta la enorme influencia de la rápida urbanización que se está produciendo en muchas partes del mundo, que está concentrando a la población en las grandes ciudades, a menudo en barrios marginales (también llamados asentamientos informales), lo que puede exponer a las personas mayores a un riesgo aún mayor, incluso a los efectos del calor. Esto significa, como en todos los estudios sobre posibles escenarios futuros, que lo importante no son las cifras exactas, sino sus magnitudes globales. Aquí vemos que, en todos los escenarios futuros considerados, las poblaciones de más edad que se enfrentan a un riesgo elevado son grandes: el documento deja claro que tenemos que tomar medidas ahora que tengan en cuenta tanto el cambio climático como el envejecimiento.
Cabe señalar que el estudio clasifica a las personas como ‘mayores’ en función del número de años que ya han vivido –es decir, su edad cronológica–. Esto puede restar importancia a los beneficios potenciales de futuros que den prioridad a la mitigación del cambio climático y al desarrollo sostenible. La sostenibilidad no solo tiene que ver con el medio ambiente; también tiene que ver con un cambio social que intente garantizar que todas las personas puedan prosperar y gozar de buena salud. En este caso, aunque el tamaño de las poblaciones de mayor edad aumente sustancialmente, es probable que estas personas sean menos susceptibles a los impactos del calor. En otras palabras, en un futuro sostenible, es probable que una persona de, digamos, 80 años sea menos vulnerable que otra de 80 años en un futuro menos sostenible. Del mismo modo, es probable que la vulnerabilidad de una persona de 80 años varíe según el país y el tiempo.
Estas diferencias se pasan por alto en este análisis, pero pueden tenerse en cuenta utilizando una medida diferente de la edad, conocida como edad prospectiva. No se basa en el número de años vividos, sino en los años que una persona puede esperar vivir todavía: a medida que aumenta la longevidad, las personas de una edad cronológica determinada son efectivamente ‘más jóvenes’. Si esto se tuviera en cuenta en este análisis, anticiparía que serían más evidentes los beneficios no solo de minimizar el cambio climático, sino también de mejorar continuamente la vida cotidiana de todas las personas a lo largo de toda su vida.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
- Modelización
Giacomo Falchetta et al.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
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