Hallan evidencias de que los humanos hacían fuego hace 400.000 años

Un equipo de investigación liderado por el Museo Británico presenta en la revista Nature pruebas de que los seres humanos hacían fuego –deliberadamente y no solo aprovechando fuegos naturales– hace 400.000 años en Barnham (Reino Unido). Los restos analizados, sedimentos cocidos, hachas de sílex destrozadas por el calor y trozos de pirita, son muy anteriores a los registrados hasta la fecha, que databan el uso deliberado del fuego hace unos 50.000 años en el norte de Francia.

10/12/2025 - 17:00 CET
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Juan Manuel Jiménez Arenas

Profesor titular del departamento de Prehistoria y Arqueología y director del ProyectORCE

Science Media Centre España

Proponer, hoy día, que fuegos tan antiguos como el publicado por Ashton y colegas —datado en 400.000 años— fueron realizados por humanos y no se debieron a factores naturales, como incendios provocados por rayos, exige la colaboración de diversas disciplinas y la aplicación de técnicas complejas y precisas que permitan afirmar, sin lugar a duda, un origen antrópico. Y ese es, precisamente, uno de los puntos más fuertes de este trabajo: la combinación de distintas metodologías, lo que le otorga una gran solidez. 

En primer lugar, se analizaron los indicios visibles: la coloración de los sedimentos por efecto de altas temperaturas; la presencia de útiles líticos con evidencias de exposición al fuego; y, sobre todo —porque es lo que confiere un carácter diferencial a este estudio— la aparición de dos fragmentos de pirita. 

Para que exista fuego se requiere un combustible (material susceptible de arder), un comburente (oxígeno) y una fuente de ignición (energía suficiente para iniciar la combustión). En yacimientos de estas cronologías (400.000 años), lo más habitual es encontrar restos del combustible, como carbones, cenizas o huesos quemados. Sin embargo, resulta mucho más complejo hallar evidencias de los elementos capaces de generar la energía necesaria para encender el fuego. En Barnham, este aspecto está documentado por la presencia de pirita. El propio nombre del mineral proporciona una pista sobre uno de sus usos tradicionales: en griego clásico, πῦρ (/pyr/) significa ‘fuego’. La pirita se ha empleado desde tiempo inmemorial como piedra de chispa y, percutida contra el sílex, produce calor suficiente para prender ciertos materiales vegetales. Aunque disponemos de evidencias de fuego mucho más antiguas —como las del yacimiento de Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar, en Caravaca de la Cruz (Murcia), con cerca de 900.000 años— estas pudieron tener un origen natural. Esto no implica que los humanos no las utilizaran; lo hicieron, pero se duda de su capacidad para controlar todo el proceso. Así, probablemente aprovecharon fuegos naturales, los ‘transportaron’ y los usaron en sus asentamientos. En el caso de Barnham, esta incógnita se resuelve: la presencia de pirita indica que los humanos de hace 400.000 años tenían el conocimiento necesario para generar fuego ex novo. Hasta la publicación de esta investigación, esta capacidad solo estaba confirmada hace 50.000 años. 

Estas evidencias comentadas son ya de por sí contundentes. Hace unas décadas, encontrar elementos quemados en un yacimiento de esta cronología habría sido suficiente para afirmar su origen humano. En la actualidad no es así: es necesario recurrir a una amplia batería de métodos y técnicas. En consecuencia, el equipo investigador decidió ir más allá de lo que el ojo puede ver y recurrió a técnicas altamente resolutivas para definir los fuegos antrópicos en el yacimiento de Barnham y distinguirlos de fuegos naturales registrados en el mismo yacimiento. La micromorfología de suelos, que permite estudiar a nivel microscópico la composición de las facies estratigráficas con gran precisión y los análisis físicos y químicos, que han posibilitado estimar temperaturas superiores a 700 °C y establecer que los hogares humanos fueron recurrentes. 

Las implicaciones del estudio son numerosas, y algunas han sido destacadas por el equipo del Museo Británico. Entre 500.000 y 300.000 años atrás se producen múltiples transformaciones: grupos humanos con cerebros de mayor tamaño, nuevas formas de tallar la piedra, incremento de la caza mayor como vía de obtención de recursos, cocinado de alimentos, etc., todo ello vinculado, según los autores, a una creciente complejidad social la cual nos lleva a plantear algo realmente sugerente: los Ju/’honsai —que viven en el desierto del Kalahari y hasta hace relativamente poco mantenían un modo de vida recolector-cazador— suelen reunirse al rumor del fuego para compartir historias inventadas, rumores, chismes y conversaciones que estimulan la imaginación. Es posible, por tanto, que este tipo de intercambios sociales nos acompañe desde hace 400.000 años. 

Este trabajo, no obstante, ha dejado de lado un aspecto que, a mi juicio, puede ser relevante: la posible contribución del fuego al asentamiento en regiones climáticamente más frías gracias a su capacidad para generar calor y protección. 

Este estudio no presenta limitaciones importantes que deban tenerse en cuenta.

No declara conflicto de interés
ES

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Susana Rubio-Jara

Profesora del departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología

Science Media Centre España

No es frecuente la constatación del uso del fuego controlado en contextos arqueológicos, por ello, las evidencias halladas en el yacimiento de Barnham en Reino Unido constituyen otra excepcionalidad. 

Las implicaciones del empleo del fuego como el calor, la cocción de elementos vegetales o animales, la protección frente a los depredadores o la interacción entre los homininos para su elaboración son elementos que nos acercan a comprender el comportamiento y adaptación de los homininos al medio. 

Los estudios empleados por los autores para determinar el uso del fuego en Barnham son sólidos, sin embargo, se han citado yacimientos con evidencias indirectas del uso del fuego, y no directas, como las halladas en el yacimiento achelense de Valdocarros (Madrid) por Stancampiano et al., 2023, de hace unos 250.000 años, donde se documentó la presencia de varios hogares mediante el análisis de biomarcadores de lípidos en el sedimento.

Declara no tener conflicto de interés
ES

Andreu Ollé - fuego UK

Andreu Ollé Cañellas

Investigador del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES-CERCA), profesor asociado de la Universitat Rovira i Virgili y codirector del proyecto Atapuerca

Science Media Centre España

El estudio presenta diversas líneas de evidencia sobre la presencia de fuego en el yacimiento; se presentan análisis multidisciplinares y complementarios. 

De entrada, el estudio encaja bien con información que ya conocíamos para Europa occidental. Hay otros yacimientos de cronologías similares (como, por ejemplo, Menez-Dregan o Terra Amata, en Francia, la cueva de Aroeira, en Portugal, o la Cansaladeta, en Tarragona) donde tenemos evidencias del uso del fuego alrededor de los 400.000 años. Aunque esto choca, por ejemplo, con su nula representación en yacimientos de cronología similar y bien documentados, como es el caso de Atapuerca. 

La principal novedad que aporta el artículo es la propuesta de que esos fragmentos de pirita encontrados en Barnham estén relacionados con la producción intencional de fuego. Esto no había sido observado en el resto de yacimientos con evidencias de presencia de fuego. Por lo tanto, a partir de este descubrimiento, se refuerza la idea de que alrededor de esta fecha tenemos ya un uso ‘estructural del fuego’. 

Es muy probable, pues, tal y como propone el artículo, que el descubrimiento de Barnham nos esté mostrando el inicio de la socialización del fuego, de su uso controlado y generalizado. 

A nivel personal, por lo aprendido de la arqueología experimental y de las observaciones etnográficas, creo que la producción de fuego por fricción de elementos vegetales es más fácil que la que implica la interacción con óxido de hierro, pero las evidencias presentadas en el artículo son sólidas y deben ser tenidas en cuenta.  

No veo limitaciones importantes que considerar. 

Es un estudio relevante porque aporta evidencias sólidas de un aspecto crucial en la evolución humana como es el control del fuego. A nivel metodológico, para la arqueología paleolítica, propone una batería sólida de análisis a reproducir en otros contextos donde se han detectado evidencias de la presencia de fuego. 

Conflicto de interés: “Tengo una relación profesional con Nick Ashton [último autor del estudio comentado], con trabajos firmados en común”. 

ES
Publicaciones
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Earliest evidence of making fire
    • Artículo de investigación
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Revista
Nature
Fecha de publicación
Autores

Rob Davis et al. 

Tipo de estudio:
  • Artículo de investigación
  • Revisado por pares
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