Un artículo plantea que factores muy tempranos en la niñez podrían contribuir al aumento de la ansiedad en adolescentes

El número de adolescentes con problemas de ansiedad parece estar aumentando, especialmente en los países desarrollados. Un artículo de opinión publicado en la revista Science propone que el estrés materno, la calidad de los cuidados y las condiciones del entorno en los primeros años, junto con los cambios sociales y tecnológicos actuales, podrían contribuir a explicar esta tendencia. 

29/05/2025 - 20:00 CEST
Reacciones

Valero - Ansiedad

Luis Valero Aguayo

Catedrático de Psicología

Science Media Centre España

En principio, el artículo no es una investigación, es una “hipótesis” sobre el efecto que puede tener la propia situación ansiógena de la madre en el embarazo y en los padres después del nacimiento sobre el futuro del niño o niña en la adolescencia. No se presentan datos de una investigación concreta, sino una argumentación hacia esa hipótesis, apoyada en otros autores o investigaciones.  

Podemos estar de acuerdo, y es muy aceptado, que el desarrollo neurológico desde el embrión y los cambios ambientales pueden modificar la expresión de los propios genes. El estudio sobre neurodesarrollo y fenotipo es un campo asentado. También, el hecho de que parece estar aumentando la incidencia de ansiedad y estrés entre los adolescentes actuales parece probado, pero a qué se debe ese aumento es donde está la dificultad.  

Este artículo insiste en que esos dos primeros años de desarrollo son fundamentales para la expresión de ansiedad en la adolescencia posterior. Que yo sepa, no hay ningún experimento que haya comparado maternidades con y sin estrés y su efecto diez o quince años después. Sí que hay estudios que muestran la “imitación” de los patrones de ansiedad de madres (culturalmente, sobre todo) a hijas. Los niños y las niñas aprenden lo que ven, por lo que podrían hipotetizarse otros mecanismos más directos de aprendizaje, y no necesariamente alteraciones neurológicas, para explicar ese aumento de la ansiedad posterior.  

Por otro lado, es también más explicable esa ansiedad en adolescentes y jóvenes por las condiciones sociales y culturales de cada momento. Los adolescentes de ahora están sometidos a mucha más presión en todos los aspectos de su vida: comenzando por el uso de móviles y tabletas desde que tienen un año (una estimulación continua que conlleva hiperactividad), la imitación y comparación en las redes sociales (que lleva a problemas de imagen y autoestima), las exigencias educativas cada vez mayores (con gran ansiedad a ser juzgado), una sobreprotección excesiva (desarrollan miedo al fracaso) y un largo etcétera de factores presentes en el siglo XXI que no estaban a finales de siglo y menos aún en los años 50.   

En suma, el artículo es interesante. Es una hipótesis teórica, quizás en una parte podría tener razón, pero habría otros factores más directos e inmediatos que podrían explicar esa elevada ansiedad en los adolescentes. Desde mi punto de vista, si los factores que producen estrés los tenemos delante de nuestras narices, para qué vamos a buscarlos en la niñez, aunque ahí es donde comiencen. Y el párrafo donde hipotetiza que los adolescentes ansiosos buscan líderes y una sensación de seguridad política, ya da un salto teórico total.

Declara no tener conflicto de interés
ES

Maite - Ansiedad

Maite Garaigordobil

Catedrática jubilada de Evaluación y Diagnóstico Psicológicos

Science Media Centre España

El artículo plantea que la ansiedad en niños y adolescentes puede tener raíces profundas en etapas muy tempranas del desarrollo, incluso desde el embarazo. A partir de una perspectiva evolutiva y del desarrollo, los autores explican que los estímulos ambientales —como el estrés materno, las interacciones cuidador-niño y el uso de tecnología— pueden inducir respuestas adaptativas en el cerebro infantil que, si no se corresponden con los entornos futuros, pueden volverse desadaptativas. A este fenómeno lo consideran como “desajuste adaptativo”.  

Como todos los estudios evidencian, los trastornos de ansiedad en jóvenes han aumentado en países desarrollados y desde el punto de vista de los autores no pueden atribuirse únicamente a eventos recientes como la pandemia. Más bien, los autores vinculan este aumento con cambios sociales, tecnológicos y culturales que han creado entornos para los que el desarrollo humano no está plenamente preparado. Su interpretación les lleva a proponer que el abordaje de esta problemática requiere acciones preventivas centradas en la primera infancia y un enfoque integral de políticas en salud, educación y bienestar social.  

Este artículo representa una contribución valiosa para el enfoque contemporáneo del desarrollo infantil, al articular biología evolutiva, neurociencia y análisis social. Al desplazar la explicación de los trastornos de ansiedad desde factores inmediatos hacia trayectorias de desarrollo temprano, se subraya la necesidad de comprender la ansiedad juvenil no solo como una patología individual, sino como un síntoma de una desincronización entre el desarrollo cerebral y el entorno cultural.  

El concepto de “desajuste adaptativo” es especialmente potente, pues permite pensar en la ansiedad como una respuesta lógica frente a un entorno que el organismo interpretó como peligroso desde etapas muy tempranas. La responsabilidad de la sociedad, por tanto, es doble: primero, crear entornos prenatales y posnatales seguros y emocionalmente ricos, y segundo, reducir la distancia entre lo que el entorno comunica al niño y lo que realmente experimentará en su vida futura.    

Desde una perspectiva de políticas públicas, el artículo interpela a los sistemas educativos, sanitarios y de protección social a replantear su rol en la promoción de la salud mental desde la primera infancia. Ello implica fortalecer la formación de los profesionales, garantizar cuidados de calidad en la infancia y reducir las desigualdades sociales que amplifican los riesgos. Su enfoque propone que las soluciones deberán adoptar una perspectiva de curso de vida, con políticas más integradas de apoyo a padres, cuidadores y a la primera infancia.  

La calidad del entorno emocional en el que se desarrollan los niños pequeños, incluyendo interacciones activas adulto-niño dentro y fuera del hogar, es esencial. Las políticas educativas por sí solas no pueden afrontar este reto, ya que se centran poco en la etapa preescolar. Las políticas sanitarias y sociales deberán abordar la creciente prevalencia del estrés y los problemas de salud mental en mujeres antes y durante el embarazo, y también en sus parejas, si se pretende evitar que estos problemas se repitan en generaciones futuras. El costo para la sociedad de no replantear este enfoque sobre el desarrollo emocional en la infancia puede ser enorme. En definitiva, el artículo ofrece una base sólida para redirigir los esfuerzos preventivos hacia una etapa clave del desarrollo humano y para comprender los trastornos de ansiedad no solo desde lo clínico, sino también desde lo estructural, cultural y evolutivo.  

La hipótesis que proponen tiene alto nivel de interés y la apoyan en estudios previos que citan. Sin embargo, los autores no aportan evidencia empírica de su formulación. No obstante, muy sensatamente ponen el énfasis en la prevención del estrés materno, las interacciones de calidad en la temprana infancia entre el cuidador y el niño (apoyo y estimulación socioemocional) y el uso adecuado de la tecnología como bases preventivas, que efectivamente pueden moderar la ansiedad infanto-juvenil.

No declara conflicto de interés
ES

Alberto Ortiz Lobo - ansiedad adolescentes

Alberto Ortiz Lobo

Doctor en Medicina y psiquiatra del Hospital de Día Carlos III - Hospital Universitario La Paz (Madrid)

Science Media Centre España

Los autores plantean que actualmente hay un aumento de los trastornos de ansiedad en los adolescentes que puede ser debido a un deficiente desarrollo de las funciones ejecutivas y de regulación en la niñez. Este desarrollo estaría condicionado por las condiciones ambientales tempranas como el estrés materno, la calidad del cuidado y los entornos sociales tecnológicos y más complejos. Los autores apelan a tener una perspectiva integral del ciclo de vida, lo que implica una reflexión más cohesiva sobre el apoyo parental y de los cuidadores, así como sobre la primera infancia por parte de los responsables políticos de los sectores de la salud, la educación y el bienestar social.  

Sabemos que los primeros años de vida son cruciales en el desarrollo emocional de las personas y que cuando no se pueden establecer vínculos de apego seguros y hay fallas en el cuidado infantil es más probable que aparezcan dificultades en las relaciones y sufrimiento psíquico en los años posteriores. La mejor prevención de los problemas mentales (no solo de los trastornos de ansiedad) es establecer políticas sociales que garanticen el bienestar infantil protegiendo a los niños de situaciones de violencia, abusos y negligencias. Esto supone habitar entornos sociales de igualdad, con los recursos socioeconómicos y comunitarios necesarios, viviendas dignas, acceso a una escolarización inclusiva y madres y padres con tiempo suficiente para cuidar y acompañar.

No declara conflicto de interés
ES
Publicaciones
Growing anxious—Are preschoolers matched to their futures?
  • Opinión
  • Revisado por pares
Revista
Science
Fecha de publicación
Autores

Hanson, Gluckman

Tipo de estudio:
  • Opinión
  • Revisado por pares
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