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El calor extremo y el viento mantienen activos numerosos incendios de la península

Cuatro personas han fallecido en los incendios que comenzaron el pasado fin de semana en la península ibérica y que se han ido multiplicando por diferentes zonas de Galicia, Castilla y León, Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura o Madrid. La ola de calor que no abandona al país, las fuertes rachas de viento y su desplazamiento cambiante, y la sequía térmica dificultan las tareas de extinción. El Gobierno decretó el martes la fase de preemergencia y miles de personas han tenido que ser evacuadas. 

13/08/2025 - 13:28 CEST
Actualizado el
EFE

Imagen del incendio en Oimbra, en la provincia de Ourense. EFE/Brais Lorenzo.
 

Reacciones

Fernando Ojeda - incendios península

Fernando Ojeda

Catedrático del departamento de Biología (Área de Botánica) de la Universidad de Cádiz y responsable del grupo de investigación Función, Ecología y Biodiversidad en Ecosistemas Mediterráneos en el Instituto de Investigación Vitivinícola y Agroalimentaria (IVAGRO)

Science Media Centre España

La llegada del verano reaviva la preocupación por los incendios forestales y este año está siendo especialmente dramático. Para la sociedad en general, los incendios forestales son sucesos catastróficos que, además de amenazar la vida de las personas y la economía de una región, merman la biodiversidad y desencadenan la erosión de los suelos. Conducen a una pérdida de hábitats naturales y, finalmente, a la desolación del paisaje. Sin embargo, si bien el riesgo y el daño que causan a las personas y sus posesiones es innegable y doloroso, esta percepción social negativa del fuego sobre el paisaje natural y su biodiversidad contrasta con la información y evidencia científicas. Muchos de los ecosistemas mediterráneos no silo son resistentes a los incendios, sino que son dependientes de ellos, ya que el fuego ha formado parte de su historia evolutiva. Aunque parezca paradójico, la erradicación completa de los incendios forestales en la península ibérica, algo que muchos amantes de la naturaleza firmarían sin dudarlo, desencadenaría una crisis de biodiversidad. 

Los ecosistemas mediterráneos tienen la capacidad de responder y regenerarse tras el fuego. Ese es el concepto ecológico de resiliencia, que no es inmediata. Tardarán unos 20 años en volver a la situación anterior al incendio. ¿Y qué? ¿Por qué tener prisa? Se habla de restaurar y alcanzar la situación final para proteger la biodiversidad, olvidando que hay especies que solo viven en los primeros años tras un incendio y que también forman parte de la biodiversidad de esos ecosistemas. Es como pulsar el fast-forward del radiocasete hasta la canción que queremos, ignorando el resto de canciones. En ciencia manejamos el concepto de pirodiversidad, que se asocia a un paisaje mosaico de zonas con distintas edades desde que sufrieron un incendio y diferentes especies asociadas. La pirodiversidad genera biodiversidad. 

Sin embargo, la severidad y la extensión de los incendios forestales en los últimos años son ciertamente preocupantes y no son propias de ecosistemas mediterráneos. Los técnicos en extinción hablan de incendios de sexta generación o megaincendios y señalan al cambio climático y a la acción humana, intencionada o accidental, como responsables de su ignición. Rara vez se habla del combustible, de su continuidad e inflamabilidad. Se habla de monte o de vegetación en general, cuando está constatado que no todo el monte arde igual. Desde mediados del siglo XX, el paisaje natural de la península ibérica (sobre todo su mitad occidental) se ha forestado extensivamente con plantaciones de pinos y eucaliptos, especies de árboles de crecimiento rápido y altamente inflamables. Estas forestaciones son, en gran medida, las responsables de la severidad y extensión de esos grandes incendios, no solo en España y Portugal, sino en el conjunto de la cuenca Mediterránea. La idea de que "los incendios se apagan en invierno" mediante la limpieza y el desbroce de los montes para prevenir los grandes incendios debe enfocarse en las plantaciones forestales, no en los hábitats naturales. 

Como científico, trato de entender el funcionamiento de los ecosistemas y la generación y mantenimiento de la biodiversidad. No soy gestor, pero admiro a los que se dedican a la gestión del medio natural porque, además de aspectos ecológicos, deben considerar aspectos sociales en sus decisiones. Abogo por una política efectiva de protección frente a los incendios forestales que proteja vidas humanas y minimice daños materiales. Y que, cuando el incendio se apague, que no se piense en destrucción y desolación del paisaje natural, sino en cambio ecológico y regeneración natural. El fuego no es necesariamente perjudicial para la biodiversidad. Esto no significa que debamos provocarlo, sino que, en determinados ecosistemas, los incendios forestales no siempre son una amenaza, sino que pueden representar una oportunidad para su conservación.     

No declara conflicto de interés
ES

Susana Gómez - incendios península

Susana Gómez González

Coordinadora del Máster en Conservación y Gestión del Medio Natural e investigadora del departamento de Biología-IVAGRO de la Universidad de Cádiz

Science Media Centre España

Gran parte del territorio español presenta un clima mediterráneo con veranos muy calurosos y secos y los incendios forman parte de la dinámica natural de sus ecosistemas. Sin embargo, el cambio climático está incrementando la frecuencia de olas de calor y modificando el régimen de lluvias de manera que, en veranos muy calurosos precedidos por inviernos y/o primaveras muy lluviosas (como es el caso de este año), se incrementa la probabilidad de grandes incendios, dado que la vegetación ha crecido mucho y luego se ha secado mucho también. Por otro lado, las plantaciones forestales densas que se han establecido en algunas zonas de la península favorecen que los incendios sean más extensos y severos al aumentar la carga del combustible y su continuidad. La presión humana por su parte incrementa la probabilidad de ignición (ya sea intencional o accidentalmente) y esto también se favorece en la época estival debido al aumento en el movimiento de personas y su concentración en los espacios naturales.   

En el incendio de la zona del Parque Natural del Estrecho han actuado varios factores de forma sinérgica; una intensa ola de calor y fuertes vientos tras un invierno lluvioso que generó gran cantidad de combustible fino (hierbas secas) y una fuerte presión turística que ha favorecido la ignición y dificultado las actuaciones de emergencia. Además, en esta región se desarrolla una vegetación natural adaptada al fuego y muy inflamable (brezales y matorrales mediterráneos), que favorece la expansión del fuego. Esta vegetación en algunas zonas ha sido sustituida por plantaciones de pinos que aumentan aún más la carga de combustible y con ello su severidad.  

Considerando que poco podemos hacer para mitigar el cambio climático en el mediano plazo, es importante mejorar la gestión preventiva del combustible a escala de paisaje para reducir la extensión y gravedad de los incendios. El establecimiento de plantaciones forestales debe evitarse en lo posible, especialmente en zonas de interfaz urbano-rural, donde la población estará en mayor riesgo. También es necesario adaptar la ordenación territorial al clima del futuro, generando paisajes en mosaico y evitando la construcción de casas en zonas de alto riesgo de fuego. 

No declara conflicto de interés
ES

Eduardo Rojas - incendios península

Eduardo Rojas Briales

Profesor de la Universitat Politècnica de València y exsubdirector general de la FAO

Science Media Centre España

Con tantos días de ola de calor y riesgo extremo de incendio, ¿es normal que haya tantos incendios a la vez o se sale de habitual? 

“Primero, no podemos valorar una campaña anual por unas semanas críticas. Casi todos los años hay unas semanas complicadas por la meteorología en zonas determinadas. Segundo, para identificar tendencias solventemente debemos observar una serie mínima de cinco años, pero preferentemente de 10 años. Lamentablemente el MITECORD dejó de publicar las series analíticas decenales en 2015, lo que nos priva de la perspectiva de la evolución desde 2016”.   

¿Qué perspectivas hay de su evolución? 

“No soy meteorólogo. Parece que el tiempo se normalizará a principios de la semana que viene. Es clave también cuando comiencen las lluvias de otoño tanto en la zona del interior del NW (Ourense, León, Zamora, Cáceres, Ávila) como en el Mediterráneo”.   

¿Qué valoración hace de los incendios de lo que llevamos de verano? 

“En primer lugar, deberíamos destacar que, de las dos temporadas de incendios, la posinvernal (marzo-abril) de las montañas del NW y la estival –que prácticamente no afecta a la cornisa cantábrica–, la primera ha sido excepcionalmente favorable por la ausencia de situaciones continuadas de viento sur. En segundo lugar, los incendios de Torrefeta i Florejacs (Lleida) en junio y Tres Cantos recientemente en Madrid o antes en Los Ángeles (Estados Unidos) demuestran que la denominación de “incendios forestales” ha quedado obsoleta y debe ser sustituida por una nueva como se viene haciendo en Norteamérica con el término wildland fire, nada fácil de traducir.  

La interfaz urbano-forestal y las zonas agrícolas son altamente combustibles bajo ciertas condiciones igualmente y, en el primer caso, distraen a muchos efectivos ocasionando frecuentemente que incendios realmente forestales que podían haberse extinguido en un primer momento, devengan por desatención grande. En tercer lugar, el hecho que se produzca una ola crítica de incendios en el periodo con menor volumen de información política o deportiva comporta el riesgo de una sobreexposición mediática que favorece la sobrevaloración de aspectos anecdóticos, la búsqueda de culpables y soluciones demasiado simples e insolventes y la pérdida del foco objetivo. 

Los bosques españoles han crecido en extensión desde 1970 y, con las cifras últimas conocidas, de 11,8 millones de hectáreas (23,3 %) a 18,5 (36,6 %), lo que supone un incremento del 57 % en 50 años. Pero, en términos de biomasa, el crecimiento ha sido aún más intenso, alcanzando un 160 %. Hay que señalar que de ese incremento de 6,7 millones de hectáreas solo un máximo de 1,5 millones corresponden a repoblaciones, mientras que el resto provienen de expansión espontánea favorecida por el abandono rural y agropecuario, especialmente, en zonas de montaña. 

Es obvio que el cambio climático está exacerbando la severidad de los incendios, pero no es responsable esperar a que las emisiones bajen y décadas después la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero (GEI) como apuesta única y exclusiva para abordar el problema, dado que hablaríamos de dimensiones temporales excesivas y, además, con el clima de hace pocas décadas, con la continuidad y carga de combustibles actuales, habríamos tenido igualmente problemas considerables para controlar los incendios. Lo que hacen los incendios o las inundaciones en condiciones climáticas como las actuales es poner con mayor crudeza en evidencia que no hemos hecho los deberes y, por ello, resulta una tremenda irresponsabilidad fiarlo todo a una difusa lucha global conta el cambio climático. 

No existe otra alternativa que construir paisajes —incluyendo todo el territorio, menos las zonas totalmente urbanizadas y las láminas de agua— que sean verdaderamente resilientes ante los incendios. Para ello hay que mantener la carga de biomasa en niveles que se puedan gestionar por los servicios de extinción (10 t/ha de material vegetal fino muerto), junto a la necesaria discontinuidad horizontal de la vegetación y una accesibilidad suficiente para que se pueda trabajar en condiciones de seguridad para el personal de extinción. Y eso requiere de revertir el abandono rural, luchar por la agricultura y ganadería extensivas, superar el conservacionismo edenista y estático, aumentar la demanda de materiales y alimentos de proximidad que procedan de esa misma gestión (corcho, biomasa, miel, carne de caza, esparto, madera,…) e integrar las quemas prescritas como la vacuna que permita al territorio superar el reto del fuego sin que devenga una catástrofe.  

Con ello, además, reduciríamos la pérdida de agua por exceso de intercepción por parte de la población, fácilmente de media unos 500 m3/ha y año y, lo que no es menos importante, se desactivaría el proceso de concentración de la población en metrópolis y en una costa cada vez más saturadas”. 

No declara conflicto de interés
ES

Mariona y Juan - incendios península

Mariona Borràs

Ingeniera de montes y responsable del área de Base social y Comunidad de la Fundació Pau Costa

Juan Caamaño

Responsable del Área de Capacitación de la Fundación Pau Costa

Science Media Centre España

España vive una simultaneidad de incendios marcada por olas de calor y tormentas. Lo que está sucediendo estos días en España es una situación de simultaneidad de incendios, desencadenada por una serie de factores: una primavera con precipitaciones abundantes, lo que ha favorecido el crecimiento y acumulación de vegetación (especialmente el pasto donde por norma general se originan y comienzan los incendios), un mes de junio con temperaturas medias anormalmente altas, que ha ido secando y estresando la vegetación, y una ola de calor prolongada desde principios de agosto, que ha creado el escenario perfecto para tener incendios simultáneos. 

España siempre ha vivido veranos con olas de calor, este fenómeno no es anormal para nuestro país, sí lo es el número de olas de calor que nos afectan en los últimos años, su duración y el valor de las temperaturas medias alcanzadas en estas olas. Estos fenómenos meteorológicos han estado en numerosas ocasiones ligados a situaciones de incendios muy complejas; recordemos los años 92 y 94, años donde se quemaron la mayor superficie registrada según la estadística de incendios del MITECO, o el año 2005, 2012 o más cerca, el 2022. Lo que estamos viviendo estos días con respecto a la simultaneidad de incendios y los fenómenos que lo impulsan son de sobra conocidos por los especialistas de incendios forestales: combinación de olas de calor con fenómenos convectivos que originan la formación de tormentas, dando lugar a incendios por donde pasan. Lo que sí es distinto es que cada vez los incendios forestales afectan a más personas, pueblos e infraestructuras, aumentando enormemente la complejidad en su gestión y control.  

Aunque todos estos incendios que estamos viendo se han originado bajo un mismo escenario meteorológico de combinación de olas de calor con la presencia de tormentas, cada uno de ellos tiene sus particularidades y no se deben analizar todos desde el mismo prisma. Algunos están afectando a zonas de interfaz urbano-forestal, lo que ha exigido realizar evacuaciones masivas como los incendios de Zamora y León, el incendio de Tarifa en Cádiz o el incendio de Tres Cantos en Madrid. Otros afectan a zonas menos pobladas sin llegar a ser un problema de protección civil, pero sí están teniendo un gran impacto ecológico quemando espacios naturales protegidos, incluso Patrimonio de la Humanidad como el de Las Médulas. Y es que el incendio no discrimina y el fuego avanza por allí por donde encuentra combustible disponible para arder.  

España siempre ha vivido entre veranos con poca actividad de incendios y veranos realmente malos, con mucha actividad acompañados con una elevada complejidad. Desde nuestro punto de vista, no cabe duda de que está siendo un verano con actividad de incendios, pero no excepcional como otros, al menos de momento, ya que todavía queda bastante verano por delante. A pesar de este fenómeno, no podemos perder de vista que vivimos en un país de clima mediterráneo, y que los incendios forestales forman parte de nuestros ecosistemas y, por lo tanto, deben formar parte de nuestra sociedad. 

El escenario de simultaneidad que se está viendo estos días refleja lo complejo que es la gestión de los incendios forestales. Una complejidad que no se puede abordar con soluciones simples ni focalizar la atención solamente en mejorar y reforzar los servicios de emergencias que hacen frente a los incendios, que también es necesario siempre. Necesitamos paisajes vivos, diversos, resistentes y resilientes para poder gestionar estos grandes incendios forestales como señalamos desde la Fundación Pau Costa en la Declaración de los grandes incendios forestales en España o como se recoge en el documento publicado por el MITECO Orientaciones estratégicas para la gestión de incendios forestales en España, desarrollado por el Comité de Lucha contra Incendios Forestales (CLIF), o las Propuestas para la prevención integral de incendios forestales de la Fundación Entretantos. 

No será hasta finales de la campaña (todavía quedan semanas), y con los datos correspondientes, cuando podamos evaluar cuál ha sido el comportamiento de estos grandes incendios forestales, crear comparativas con años anteriores y extraer lecciones aprendidas de este 2025. Solo entonces podremos saber lo excepcional de este escenario. 

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