En 2022, en todo el mundo se generaron 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, una cifra un 82 % superior a los 34 millones de toneladas registradas en 2010, según un informe de las Naciones Unidas. La cifra del 2022 representa una media de 7,8 kilogramos per cápita y por año a nivel mundial, un dato que se sitúa en los 19,6 kg en España. Solo el 22,3 % de esta cantidad de residuos electrónicos globales se registró como recogida y reciclada de manera respetuosa con el medio ambiente, afirma el Global E-waste Monitor 2024.
Ethel Eljarrat - e-waste
Ethel Eljarrat
Directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC)
El objetivo principal debería ser la reducción en la generación de residuos electrónicos. Pero, una vez generados, es de vital importancia mejorar su gestión. Los residuos electrónicos son reconocidos como un recurso debido al potencial de recuperación de materiales valiosos. Sin embargo, recuperar esos materiales en los países occidentales implica un elevado coste de mano de obra, por lo que más del 80 % de ellos se trasladan a países en vías de desarrollo donde sale más rentable. Estos residuos contienen elementos químicos como el plomo, el cadmio, el cromo, el mercurio, el cobre, el manganeso, el níquel, el arsénico, el zinc, el hierro y el aluminio, muchos de ellos peligrosos. También contienen compuestos orgánicos persistentes muy nocivos utilizados en plásticos, como retardantes de llama, o que se encuentran en los fluidos, lubricantes y refrigerantes del producto. Los trabajadores de las instalaciones para su gestión, ubicados en terceros países, así como las poblaciones de las localidades donde se ubican las plantas de tratamiento, entran en contacto con estos compuestos peligrosos por exposición directa durante el trabajo y por exposición indirecta al medio (aire, agua, suelo) que recibe un gran aporte de contaminación. Dicha contaminación permanecerá durante largos años y será heredada por generaciones futuras.
Aunque los residuos se reciclen en los países occidentales, tenemos que ser capaces de controlar qué ocurre con los compuestos tóxicos presentes en los residuos durante los diferentes procesos de reciclado, así como en el producto final. Debemos asegurar que los materiales reciclados no estén más contaminados que los materiales nuevos. También debemos evitar que compuestos tóxicos legislados sean reintroducidos de nuevo en el mercado a través de los productos reciclados. El control de las sustancias peligrosas durante todo el proceso de transformación de un residuo a un recurso, así como la calidad final del recurso obtenido, son aspectos importantes que considerar. Solo así lograremos un modelo de producción sostenible con el medioambiente y con la salud humana.
José Julián Escario Gracia - basura electrónica
José Julián Escario Gracia
Profesor titular en la facultad de Empresa y Gestión Pública de Huesca de la Universidad de Zaragoza
El último informe sobre residuos electrónicos, titulado ‘Global E-waste Monitor 2024’, proporciona una foto realista de la situación del problema de los residuos electrónicos a nivel mundial. Aunque los últimos aparatos eléctricos y electrónicos pueden contribuir al abandono de los combustibles fósiles que provocan el cambio climático, los residuos que generan constituyen un gran desafío medioambiental.
Este estudio proporciona información internacionalmente comparable, al utilizar criterios homogéneos de medición en todos los países. De acuerdo con dicho informe, en 2022 se generaron 62 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el mundo (7,8 kg por persona y año) y se recogieron y reciclaron de forma adecuada únicamente 13,8 millones de toneladas, esto es, en torno al 22,3 %. También resulta preocupante la evolución temporal, así, desde 2010 los residuos electrónicos generados han aumentado anualmente en 2,3 millones de toneladas por año y el reciclaje en 0,5 millones de toneladas. Así pues, la generación de residuos electrónicos aumenta anualmente casi cinco veces más de lo que lo hace su reciclaje. En Europa, la generación de este tipo de residuos por persona y año es más del doble que a nivel mundial, llegando a ser de 17,6 kg, y su tasa de reciclaje se sitúa en el 42,8 %. Por su parte, aunque España no está entre los cinco países europeos con más residuos, supera la media de Europa generando cerca de 20 kg por persona y año.
En el informe se urge a elevar la tasa de reciclaje al 60 % en 2030. Para ello, los países más desarrollados deberían alcanzar la tasa del 85 %. Se estima que el cumplimiento de dicho objetivo supondría un efecto neto positivo de 38 millones de dólares, la mayoría provenientes de reducir las externalidades a largo plazo como el cambio climático y los impactos de las sustancias tóxicas en la salud.
En principio los objetivos planteados pueden resultar relativamente ambiciosos, puesto que exigen bastante compromiso por parte de todos los agentes implicados. En este sentido, dado que las medidas suelen ser costosas, sobre todo a corto plazo, y los beneficios se materializan más a largo plazo, los gobiernos pueden ir posponiendo algunas de las medidas por cuestiones presupuestarias. Además, pueden verse presionados por las grandes empresas para que les den más tiempo antes de acometer las inversiones necesarias para cumplir con los objetivos planteados.
Se requiere fundamentalmente una gran implicación y colaboración por parte de todos los sectores de la sociedad. En primer lugar, muchos países deberían regular la recogida y reciclaje de residuos electrónicos; únicamente 81 países (42 % de todos los países) tienen alguna regulación en este sentido. Además, muchas de estas regulaciones deberían ser más exigentes. Se deberían potenciar los recursos para incrementar la adecuada recolección selectiva de residuos y lograr una mayor concienciación de la sociedad para que se implique en mayor medida en una adecuada separación de los residuos y basuras.
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Cornelis P. Baldé et al. / International Telecommunication Union & United Nations Institute for Training and Research
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