Tener acceso a espacios públicos seguros para reunirse, al empleo, la educación y la salud pública son algunas de las principales medidas recomendadas para hacer las ciudades más amigables con la salud mental de jóvenes y adolescentes. El análisis, fruto de encuestas con 518 personas en varios países, se publica en la revista Nature y quiere servir de guía para políticas de planificación urbana que reduzcan desigualdades y cuenten con las necesidades de los jóvenes.
Mònica Ubalde López - ciudades salud mental
Mònica Ubalde López
Investigadora posdoctoral en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)
El estudio aporta una visión mutidisciplinar que identifica las prioridades para una ciudad que promueva y proteja la salud mental de la población joven y adolescente. Las 518 personas participantes, de 53 países, diferentes perfiles profesionales y grupos de edad, propusieron un listado inicial de 134 de características de una ciudad amigable con la salud mental de los jóvenes. Las 40 características preferidas se han clasificado en seis niveles, siguiendo un modelo conceptual que combina las exposiciones sociales y ambientales en un entorno urbano y su interacción con el desarrollo de los adolescentes: relaciones personales, interpersonales, comunitarias, organizativas (empleo, servicios sanitarios), político y ambiental.
Las autoras concluyen identificando un conjunto de prioridades para las ciudades que requieren intervención en múltiples niveles y en todos los sectores urbanos: proveer a las personas jóvenes con recursos para el desarrollo personal y emocional; desarrollar y mantener relaciones intergeneracionales seguras, saludables y sólidas; promover integración y participación en todos los ámbitos de la vida comunitaria; facilitar un empleo satisfactorio y seguro; educación inclusiva y libre de violencia; acceso a vivienda asequible; mantener espacios públicos seguros y gratuitos para socialización, aprendizaje y conexión; proporcionar una infraestructura segura y confiable para servicios básicos y transporte; diseño de ciudad para la seguridad y protección para grupos vulnerables, construidos para la promoción de la salud mental; acceso al espacio verde y azul; acceso a la recreación y el arte.
Finalmente, las autoras proponen como siguiente paso la necesidad de involucrar a diferentes actores para generar consenso, priorizar y planificar el codiseño de la implementación de las características más destacadas de una ciudad amigable con la salud mental para jóvenes en ciudades específicas.
La metodología y diseño del estudio son correctos. Sin embargo, el estudio tiene algunas limitaciones como la poca representación del grupo de jóvenes-adolescentes en el panel de participantes que ha revelado diferencias en las prioridades identificadas en comparación con panelistas de mayores de edad. Esta discrepancia podría tener implicaciones a la hora de diseñar las políticas por parte de los tomadores de decisiones ‘en nombre de las jóvenes y adolescentes’ y no escuchando su voz, de manera que las intervenciones diseñadas pueden no coincidir con lo que es más necesario para ellas. Por lo tanto, la participación de las personas jóvenes en el desarrollo de políticas es aún más crucial. Preguntarles más sobre lo que apoya su salud mental en función de sus experiencias personales podría simplificar y mejorar las intervenciones destinadas a este grupo. Por otro lado, los participantes no reflejan toda la diversidad social y económica de las poblaciones urbanas (académicos, educadores, líderes y jóvenes bien conectados), y queda minimizado el número de participantes en situación más vulnerable. Finalmente, la representación geográfica sesgada a algunas regiones geográficas (por ejemplo, América del Norte y Nepal), puede haber generado respuestas sesgadas dependientes del contexto cultural. Complementar los hallazgos de este trabajo con estudios cualitativos, incluyendo procesos de cocreación con grupos de adolescentes y jóvenes, en otras regiones geográficas y en un contexto local, contribuiría a identificar y entender matices clave para el desarrollo de un entorno urbano que proteja y promueva su salud mental.
Mikel Subiza-Pérez - ciudades salud mental
Mikel Subiza-Pérez
Investigador posdoctoral en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
La vida en las ciudades ofrece muchas oportunidades en materia de acceso a los servicios de salud, al mercado de trabajo o a las instituciones de enseñanza. Igualmente, permite disfrutar de muy variados recursos para el ocio y el tiempo libre, así como establecer ricas y diversas redes de apoyo y amistad. Sin embargo, no es menos cierto que las ciudades son espacios desiguales que presentan características, como el menor acceso a espacios verdes o la seguridad, que pueden conducir a problemas de salud mental. La adolescencia y la juventud son períodos de especial importancia a este respecto, ya que en ellos suelen aparecer las primeras dificultades que más tarde pueden tener un gran impacto en la salud mental durante el resto del ciclo vital.
Bajo estas premisas, y partiendo de la base de que raras veces se tiene en cuenta la opinión y necesidades específicas de este colectivo a la hora de definir las políticas urbanas y sociales, un grupo de investigadores e investigadoras de diversos países ha realizado una serie de encuestas a 518 personas. El objetivo de este trabajo era definir las características de las ciudades amigables para la salud mental de adolescentes y jóvenes. A través de una encuesta realizada en tres fases, los participantes han priorizado características dentro de seis áreas; personal, interpersonal, comunitario, organizacional, político y ambiental. Ejemplos de estas características eran el acceso a espacios públicos seguros para juntarse y conectar con otras personas, servicios de atención para la salud mental 24 horas al día o la inclusión de este colectivo en el diseño de políticas.
A pesar de su interés, el estudio presenta dos aspectos que tendrían que mejorarse en el futuro de cara a establecer un mayor consenso. En primer lugar, si bien los adultos jóvenes están bien representados en la muestra, hay una presencia muy reducida de adolescentes (<1%). En segundo lugar, no podemos saber en qué medida los resultados son generalizables a nivel global ya que la gran mayoría de participantes (63 %) proceden únicamente de tres países, Nepal, Estados Unidos y Kenia. La representación del resto de países incluidos es muy reducida.
A pesar de lo anterior, este estudio ayuda a poner el foco en la salud mental de las personas y en su capacidad de agencia para decidir y diseñar los lugares en los que quieren vivir.
Filka Sekulova - ciudades salud mental
Filka Sekulova
Investigadora senior en Ciencias Sociales, IN3/UOC
El estudio está basado en la estimación que hasta 2050, el 70 % de las personas jóvenes estarán habitando ciudades, y en las evidencias claras sobre el empeoramiento de la salud mental asociado con la vida urbana. La investigación está basada una serie de encuestas secuenciales para identificar y priorizar las características de una ciudad que contribuye a la salud mental de las personas jóvenes, administrada entre 518 personas de 53 países.
Como el comienzo del estudio coincidió con los primeros meces de la covid-19 y el asociado encerramiento, los resultados captan las experiencias de vulnerabilidad e inseguridad asociadas con la pandemia hasta cierto punto. El estudio destaca la importancia del desarrollo de habilidades para la vida y desarrollo personal y la madurez emocional para la salud mental de las personas jóvenes (de 18 a 35 años).
Otro resultado, en el dominio de las relaciones interpersonales, es la importancia de la aceptación y el respeto para el otro, tal como el acceso a espacios seguros de encuentro. Por ejemplo, las personas con buenas redes sociales, empleos y relaciones interpersonales atravesaron la pandemia [de manera] mucho más leve que las demás. Se ve como el aislamiento social asociado con la época de covid claramente contribuyó a la mala salud mental. En esta relación, políticas públicas que reduzcan la intimidación, el acoso, el abuso, la censura, la exposición a la violencia y una amplia gama de amenazas es fundamental para la salud mental. En general, la equidad y la discriminación por motivos de raza, género, orientación sexual y neurodiversidad están estrechamente enlazados con la salud mental. Por ejemplo, una ciudad libre de discriminación y racismo ha ocupado uno de los primeros lugares entre las propuestas políticas para una ciudad que cuida la salud mental en las entrevistas.
El acceso al empleo, educación y salud pública también salen como aspectos claves para la salud mental de las personas jóvenes. La pérdida de empleo figura como uno de los factores claves que tienen una influencia negativa con la salud mental, un hecho bastante establecido en la literatura.
Una de las recomendaciones, que también suele salir de otros estudios de este tipo, es que una ciudad que respete la salud mental tiene bajos niveles de discriminación y apuesta por la equidad. Se destaca la importancia de los espacios verdes, en particular, que proporcionan consuelo a los jóvenes, un resultado que comparten muchos otros estudios. Los espacios verdes proporcionan no solamente una vida más saludable, sino también oportunidades para una socialización más saludable.
Sin embargo, políticas bien intencionadas (como, por ejemplo, los espacios verdes) podrían tener efectos negativos sobre la salud mental de las personas jóvenes, siempre y cuando están diseñadas bajo la influencia del mercado y aumentan los privilegios ambientales y la gentrificación (verde). Este resultado confirma series de otros estudios sobre la relación entre la salud pública y la gentrificación, tal como el de Anguelovski et al. 2021.
Helen Cole - ciudades salud mental
Helen Cole
Investigadora senior en el Institut de Cièncias i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB) de la Universitat Autònoma de Barcelona
El artículo aborda un tema tan importante y oportuno como el apoyo a la salud mental de adolescentes y adultos jóvenes. A diferencia de muchos artículos publicados, los métodos y el contenido aportan una gran variedad de ideas para futuras investigaciones y para los responsables políticos. Es importante destacar que el equipo de investigación contó con la participación de diversas partes interesadas, desde los propios jóvenes hasta quienes trabajan en planificación urbana y otros campos que apoyan la labor de las ciudades saludables. Los resultados habrían sido aún más útiles si se hubiera reflexionado más sobre las diferencias en las respuestas entre estos diferentes grupos.
Un trasfondo crítico del estudio, que no se destaca lo suficiente en el título, el resumen y las conclusiones del artículo, es que la recogida de datos tuvo lugar hacia el principio de la pandemia de covid-19. Aunque el artículo hable del contexto de la pandemia, merece más atención y reflexión el modo en que el periodo de tiempo puede haber afectado a los resultados del estudio, incluso las afirmaciones no relacionadas directamente con la pandemia, sobre todo en lo que respecta a la salud mental y más aún en lo que respecta a la salud mental de adolescentes y adultos jóvenes.
Una de las observaciones más importantes de los autores es una que a menudo se identifica como importante, pero que en su mayor parte elude nuestras capacidades como profesionales de la salud pública. Se trata de la necesidad de abordar las desigualdades sociales estructurales que dan lugar no solo a desigualdades en los resultados de salud mental entre adultos jóvenes y adolescentes (el tema del artículo), sino a todo tipo de desigualdades sanitarias y otras injusticias en todo el espectro de edades.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares
Pamela Y. Collins et al.
- Artículo de investigación
- Revisado por pares