El artículo publicado en la revista Nature Medicine analiza el impacto de la violencia de pareja contra las mujeres y de los abusos sexuales en la infancia sobre la salud. Para ello, las autoras realizan una síntesis de la información publicada durante un periodo muy amplio (1970-2023) seguido de un metaanálisis. Las autoras utilizan un método de análisis muy conservador que les permite afirmar que las mujeres que sufren violencia de pareja tienen al menos un 65 % más de riesgo de sufrir un trastorno depresivo severo y al menos un 35 % más de riesgo de sufrir un aborto. En las niñas y los niños expuestos a abusos sexuales en la infancia, las autoras confirman un incremento del riesgo de consumo problemático de alcohol (45 %) así como un incremento del riesgo de autolesiones (35 %).  

Si bien es un aspecto no incluido en el trabajo, es importante remarcar que ser testigo de la violencia materna también impacta sobre la salud de niñas y niños, incrementando el riesgo a la violencia de pareja a lo largo de la vida. En este sentido, tal y como el artículo subraya, es necesario tanto prevenir la violencia que sufren mujeres y menores como realizar una detección temprana que les permita recuperar su bienestar y minimizar el impacto de la violencia a lo largo de su vida. En esta tarea, los servicios sanitarios y sociales tienen un papel estratégico que requiere recursos humanos, materiales y formación.

La violencia contra las mujeres en la pareja y el abuso sexual infantil son dos graves problemas sociales, pero también de salud, entre otras razones, por las consecuencias que ocasionan sobre la salud física, mental y social de sus víctimas. 

Es por ello que estudios como el de Spencer et al. (2023) son muy bienvenidos: aportan evidencias sólidas sobre estas consecuencias a partir de una revisión sistemática de la literatura sobre el tema, lo que nos permite, no solo ampliar el conocimiento sobre el tema, sino desarrollar más y mejores líneas de intervención para la prevención terciaria (minimización de secuelas) en estos casos. 

Cabe señalar, eso sí, que este trabajo se centra en un número limitado de consecuencias (5 en el caso de la violencia contra las mujeres en la pareja, 15 en el caso del abuso sexual), que, siendo relevantes, no son las únicas. 

Por eso, cabe esperar, y también animar a las/os investigadoras/es a que sigan avanzando y profundizando en el estudio del tema, ampliando el trabajo a otras consecuencias igualmente relevantes e incapacitantes que necesitan también ser abordadas desde la evidencia sólida del conocimiento de su incidencia y prevalencia.

El estudio aborda una temática de gran impacto e importancia para la salud física, psicológica, social y sexual de la población, pero específicamente de las mujeres. Aún siguen siendo necesarias todas las aportaciones científicas que sirvan para comprender las consecuencias que genera haber sufrido violencia para todos los aspectos de la salud de nuestra sociedad. Poder comprender estas consecuencias, tener información actualizada, de rigurosidad científica y transmitirla a la sociedad es, sin duda, el camino para desarrollar programas preventivos eficaces en el futuro próximo. Por estos motivos es de gran relevancia continuar poniendo esfuerzos en investigaciones y estudios como el presente. 

Los autores recogen información y estudios de un periodo extenso, incluyendo una amplia búsqueda y revisión. Las conclusiones se apoyan en datos sólidos de estudios previamente publicados, recogiendo y analizando de forma conjunta el bagaje científico y actualizando el conocimiento. Especialmente reseñable de este trabajo es el hecho de analizar de forma conjunta dos tipos de violencia que podrían parecer diferentes pero que muy posiblemente estén conectadas, el abuso sexual infantil y la violencia de género en pareja. Ambas incluyen el hecho terrible de que aquella persona que debe amar y proteger a la víctima es quien infringe el daño, creando una situación de disonancia. Las consecuencias que puede provocar vivir estas situaciones no son exclusivas de la víctima, sino que impactan en toda la sociedad y en su sistema de salud. El estudio pone de relieve que la comunidad científica aún está en el camino de determinar y comprender de forma global ambos tipos de violencia y abre la puerta a estudiar y tener en cuenta la violencia contra mujeres y niños de forma conjunta, centrando el estudio de la violencia a lo largo de la vida y quizá al análisis de las posibles relaciones entre los distintos tipos de violencia. Aún queda camino por recorrer, y el hecho de que ambos tipos de violencia sean parte de una realidad en muchas ocasiones silenciada que es de gran complejidad estudiar hace que suponga un reto para la investigación venidera. 

Las implicaciones clínicas de este estudio pasan por comprender mejor la violencia y sus consecuencias, así como focalizar una adecuada atención a las víctimas. La sensibilización y visibilización de estos maltratos son clave para abordar la realidad.

Una revisión sistemática de los efectos que tiene en la salud la violencia hacia la mujer por su pareja y el abuso sexual en la infancia confirma que ambas formas de violencia suponen amenazas importantes para la salud. La violencia de la pareja se asocia en las mujeres con trastorno depresivo mayor, cuyo riesgo aumenta el 63 %, y con aborto, cuyo riesgo aumenta un 35 %. Además, la violencia de la pareja aumenta en las mujeres el riesgo de contraer HIV/SIDA, de trastornos de ansiedad y de intentos de suicidio. 

El abuso sexual en la infancia se asocia con trastorno por consumo de alcohol, cuyo riesgo aumenta un 45 %, y con intentos de suicidio, aumentando su riesgo un 35 %. Además, se asocia con trastorno depresivo mayor, trastorno de ansiedad y con asma. Otros problemas de salud asociados con menor frecuencia con el abuso sexual en la infancia son diabetes mellitus Tipo 2, el HIV/SIDA, infecciones de transmisión sexual, aborto materno, trastorno por consumo de sustancias y trastornos de conducta. 

En el artículo se reconoce que, aunque la falta de investigaciones limita la capacidad para comprender los impactos reales de la violencia en la salud, tales impactos son mayores que los informados previamente, siendo necesario aumentar los esfuerzos en la prevención de la violencia y en el tratamiento de las personas sobrevivientes de dicha violencia.